Luego de haber anunciado la decisión de abandonar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), ya que “se transformó en una plataforma política que destruyó el sueño de integración que nos vendieron”, el presidente Moreno señaló que se procederá también al retiro de la estatua del expresidente argentino Néstor Kirchner, ya que “no representa los valores y la ética de nuestros pueblos”; siendo tan evidente el despropósito en el cual cayó Unasur, resulta coherente la decisión del mandatario, más allá de lo cual vale la pena mencionar el simbolismo especial que guarda generalmente el retiro de una estatua.

La estatua de Néstor Kirchner, ubicada en los exteriores del edificio que el anterior gobierno construyó con recursos nacionales para la sede de la Unasur e inaugurado en el año 2014 a un costo superior a los 40 millones de dólares, está construida en bronce, tiene más de dos metros de altura, su escultor fue el argentino Omar Villalba, y era de especial agrado de su cuestionada viuda Cristina, también expresidenta argentina, quien llegó a agradecer “esa imagen suya con el saco abierto por el viento, casi desaliñado como a él le gustaba, con sus mocasines, acá estar en el centro del mundo. Qué paradoja. A él que no le gustaba estar en el centro de la política y termina acá en el centro junto a ustedes, casi como un símbolo”. Por supuesto, tenía toda la razón Cristina, casi todo un símbolo, verlo a su marido sonriente, como si fuese el centro, como si nada hubiese hecho, como si en su presidencia nunca permitió actos de corrupción, como si merecía todo ese homenaje, ejemplo y guía para Chávez, Correa y muchos más. Sí, todo un símbolo.

Volviendo al autor de la escultura, hay que añadir que fue el Gobierno argentino el que, por la vía de la contratación directa, le pagó casi un millón de pesos por su obra, la cual básicamente es muy similar a una que había hecho en Río Gallegos; Villalba había expresado en una entrevista que la figura de Néstor Kirchner lo había marcado a fuego, quizás tratando de explicar la admiración que le tenía. Es decir que antes de ordenar el retiro de la estatua, el gobierno ecuatoriano deberá decidir si se la devuelve al gobierno argentino o quizás a la propia Unasur para que la instale en su nueva sede (qué mejor lugar que en Caracas, para sugerir solo un nombre), lo que deja aclarada la conjetura respecto de que si acaso el país podía disponer libremente de tal estatua, refundirla, regalarla, etc., posibilidades ciertamente descartadas por más repulsión que ocasione la figura de bronce, el “símbolo” de la lucha contra los poderosos. Qué ironía.

Un detalle adicional: sería ingenuo pensar que el simple retiro de una estatua representa el final de una era, pero ciertamente tiene una carga política fundamental en estos tiempos; Néstor Kirchner fue para el expresidente Correa una guía y referencia a pesar de sus extravíos y desafueros, lo que quizás permita comprender la llamativa complicidad que se dio entre ellos y que se mantuvo con Cristina. Eran los tiempos en los cuales los Kirchner, Chávez, Correa se sentían en el centro del mundo, amos y apóstoles de la verdad, adulados y endiosados, como merecedores, cada uno de ellos, de una gran estatua de bronce, olvidando que antes de que el tiempo pase y se borre la memoria, las palomas se terminan posando en sus cabezas de bronce, cubriendo sus rostros con excremento. Una pena.(O)