¡Lo digo con pleno convencimiento!, he participado en no pocos debates políticos..., se convierten en shows mediáticos donde se entremezcla una variedad de ingredientes frívolos que en nada aportan al sano propósito de presentar a los candidatos para que la ciudadanía valore sus cualidades y escoja la mejor opción.

La sola palabra “debate” trae implícita una noción de confrontación, un sentido de disputa, altercado, ataque… Se fusionan barras agresivas, insultantes, descalificadoras, van más allá del apoyo al candidato y anulan toda norma de conducta civilizada. Y en la mesa de debate transmitido por radio, televisión e internet, afloran tácticas vejatorias, epítetos y los más cáusticos adjetivos. Los formatos siempre son los mismos: preguntas sueltas (sin argumentos), tiempo límite para respuestas, intercambio de preguntas y palabras finales. Quien gana el debate es el candidato de cada grupo por una y mil razones, o sea, todos. El show concluye con la salida triunfal de cada postulante recorriendo las calles en caravanas motorizadas y, de ahí a esperar otro debate y show... Quizá por todo ello varios candidatos valientes han tomado la decisión de no participar... Y hay quienes tachan esta decisión arguyendo que huyen del debate por cobardes. ¡Nada de eso es cierto! Hay candidatos que por su larga trayectoria, por su límpida hoja de vida no necesitan de estos artificios prosaicos para exhibir sus capacidades y conocimientos de las realidades locales y nacionales... Los “debates” deben ser permutados por “mesas de diálogo”, foros, intervenciones académicas, exposición de ideas y programas, donde la población pueda participar. Las mesas de diálogo pueden organizarse con la participación total o parcial de los candidatos y la presencia e intervención de connotados ciudadanos invitados que sugieran acciones a tomar en temas. Muchos candidatos pueden coincidir en acciones y pensamientos y podrían emerger estrategias de gestión en beneficio de la población. No solo los medios de comunicación deben obsesionarse por esos patrocinios sino cualquier institución.(O)

Eugenio Morocho Quinteros,

arquitecto; Azogues, Cañar