La presentación, una y otra vez repetida, del crimen de la pederastia, cometido por algunos clérigos católicos, el tono acre de algunos presentadores, la ira de algunos antiguos ‘abusados’ dejan un indefinible rastro de resquemor y de tendencia a generalizar. Psicólogos afirman que ser objetivos es más difícil en asuntos cercanos a quien los presenta.

Como obispo, me es muy doloroso el crimen de la pederastia, cometido por clérigos católicos. Para que el lector descubra la realidad de este crimen, expongo datos de estudios del profesor Philip Jenkins:

1) Este mal afecta a médicos, psiquiatras, educadores, políticos, clérigos católicos y no católicos. Se gesta principalmente en los hogares.

2) Según los estudios citados, el 3% de los clérigos católicos estadounidenses tiene tendencia al abuso de menores.

Refiriéndose al contexto mundial, Charles Scisluna, promotor de Justicia de la Congregación de la Doctrina de la Fe, afirma que se han juzgado 3.000 acusaciones en los últimos 50 años (60 cada año en el mundo) con el siguiente resultado: el 10% (6 en el mundo cada año) fue encontrado culpable y dimitido del estado clerical. En la mayoría de las acusaciones procesadas no se ha encontrado sustento, sino otras motivaciones, como la de afear la imagen de la Iglesia católica.

3) Otro estudio, el publicado en The Economist, ofreciendo una realidad cercana, confirma la de la Doctrina de la Fe: en la Iglesia católica hay 400.000 sacerdotes. Dentro de este conjunto la proporción de los que han cometido el crimen es pequeña. Además, “la Iglesia católica no es la única que debe afrontar abusos sexuales contra niños”.

4) La pequeña proporción no achica la urgencia de combatir el crimen.

Los que buscamos corregir el mal y prevenir el crimen de la pederastia debemos a) aceptar la parte grande o pequeña de la responsabilidad, que todos tenemos; b) lavarse la conciencia, desahogándose en insultos a otros, es estéril; c) dar nuestro aporte, grande o pequeño, en el combate a las causas: el dios de numerosos ciudadanos tiene rostro de billete o de droga, o pulsión de sexo. Este dios es, si no acogido, tolerado en centros de “educación”.

5) No es nuevo el lavarse las manos y acusar a otros como los culpables de los males.

El papa no es resumen de toda la comunidad cristiana; es el elegido por Cristo para, en su nombre, unir, y descubrir con sus hermanos, los otros obispos, y con los hombres y mujeres de buena voluntad, el plan de Dios en cada momento de la historia.

Más allá del concierto para desprestigiarlo, más allá de los insultos a él dirigidos, el papa Francisco reúne a sus hermanos, los otros obispos, para acordar medidas en orden a robustecer a la Iglesia en un mundo en el que el dios sexo y dinero se ha robustecido.

Él mismo, obispos, sacerdotes, religiosos (as) no somos ángeles; respiramos el mismo aire que las demás personas. Necesitamos ser ayudados para vivir y ayudar.

Al redactar estas líneas, me he preguntado: ¿las otras personas culpables asumen su parte de responsabilidad? (O)