Las abejas van de flor en flor, recogiendo y compartiendo miel. Se mantienen lejos de las flores portadoras de veneno. Francisco se parece a una abeja, que no se detiene, gira por el mundo, recogiendo miel de flores cercanas y lejanas. Sabe que todas las flores contienen miel, unas más, otras menos.

Francisco, a imitación de Cristo, no se deja llevar por prejuicios, que separan las flores, supuestamente llenas de miel y de otras, vacías.

Probablemente en momentos de pérdida de lucidez mental, un escritor normalmente brillante y otro desconocido acusan con inaudita ligereza al papa Francisco de males habidos y por haber.

¿Pecará contra la inteligencia el nuevo, insospechado sectario, denunciando al pontífice como hereje, por visitar a musulmanes en los Emiratos Árabes Unidos?

Gonzalo Ortiz Crespo, en uno de sus brillantes artículos, se refiere a la luminosa acción del papa Francisco. La humanidad no está dividida en una porción de buenos y otra de malos. Nadie (exceptuados Jesús y María) es absoluta y plenamente bueno. Caminamos, cayendo y levantando, hacia la plenitud, recogiendo la miel que tengan las flores en el campo recorrido, unas más otras menos. Las flores que tienen miel están abiertas, para compartir. La miel de la verdad y del bien no permanece encerrada en la esterilidad; pugna por abrirse a la plenitud.

La plenitud es contraria a la pasividad. Dios que nos creó sin nosotros no nos salva sin nosotros. Dios nos salva con nosotros, por medio de la humanidad de su Hijo.

Dios, pudiendo salvarnos por diversos caminos, escogió el de la Encarnación de su Hijo, señalando así la importancia de la intervención humana.

Los valores humanos, como verdad, solidaridad, corresponsabilidad, abren y ensanchan el camino de Dios

Indiferentismo. La plenitud de verdad y de bien, inseparable de la aspiración humana, es contraria al indiferentismo, pariente cercano de la pasividad. Para realizar la propia identidad no basta apreciar esa parte de verdad y de bien. Toda persona humana tiende a la plenitud. Escoger un camino es signo de que no todos los caminos son iguales; no todos conducen a la imagen más cercana al modelo. Solo en quien es “camino, la verdad y la vida” confluyen todos los caminos, todas las formas de ser humano.

Los caminos expuestos en otras religiones conducen también a Dios y a la realización de la persona humana. Los rasgos de Cristo, Hijo de Dios, hermano de los hombres, se encuentran también en ellas.

La búsqueda de unidad aprecia la verdad y el bien que hay en otras religiones, como elemento de la plenitud.

Para caminar hacia la unión completa, hemos de abrirnos y valorar los rasgos de verdad y de bien, donde estén, por pequeños que estos sean.

Partamos del hecho: nadie es imagen perfecta de Jesucristo.

Hay humanos, que se hinchan, se miran como grandes y se hacen ellos mismos su dios. Dos tareas de la razón: una, recoger todos los vestigios de verdad y de bien. Otra, confirmar que la persona humana no es el principio y el fin de sí misma. (O)