Amor, la palabra más manoseada, prostituida y sobrevalorada de febrero, peor aún cuando se incorporan amantes que anhelan un nexo conveniente con la patria o ciudad, dependiendo de los beneficios que aspiran a conseguir. Así que me he tomado la molestia de encontrar diferentes tipos de sentimientos y personajes que seguramente encontraremos en este mes del amor en campaña.

Para empezar tenemos el amor escondido, viene de candidatos que nunca hablaron de política en sus vidas, incluso se dedicaban a temas totalmente ajenos como televisión o deporte, pero luego de hacer pública su candidatura revelaron que siempre han amado el servicio, pero recién ahora encuentran una oportunidad para entregarse en cuerpo y alma hacia un trabajo desinteresado, aunque obviamente necesitan un sueldo porque el amor no paga las cuentas.

Luego aparece el amor pagado, aquí se agrupan personajes que no son candidatos, pero reciben un sueldo por sus servicios amorosos en redes sociales, donde se encargan de mantener encarnizadas peleas tuiteras defendiendo al candidato que esté relacionado con su lugar de trabajo y cuentan con una envidiable disponibilidad de tiempo para hacer elaboradas investigaciones sobre sus equivalentes en el grupo político contrario. Muchas veces este grupo humano es el encargado de la “campaña sucia”, un clásico de la política latinoamericana.

En esa misma línea tenemos al amor fanático, quienes forman parte de este grupo suelen ser confundidos como parte del grupo anterior, pero ellos rápidamente aclaran el error porque su labor es pura pasión ciega, sin utilidad económica. Es una simple adoración por un partido político que desconoce de su existencia, pero del que se sienten soldados combativos capaces de defender candidatos y gente del grupo del amor pagado, como si fueran parte de su familia. Manejan un alto nivel de irascibilidad cuando escuchan opiniones contrarias al criterio de la gente que idolatran y defienden sin cuestionamientos.

También tenemos el amor condicional, aquí entran los bailarines políticos quienes han condicionado su fidelidad en relación a sus necesidades y ambiciones, son candidatos que pese a ser público y notorio su oportunismo e inexistente ideología, se afanan en asegurar que esta vez es la canción definitiva.

Y como dicen que los últimos serán los primeros, dejo para el final a los enamoradores eternos, este grupo de políticos quienes incansablemente repiten que sacrifican tiempo con sus familias, hacen jornadas agotadoras, transitan hasta lo más recóndito de la ciudad, provincia y país, porque “solo viven para servir”. Afirman que su profundo sentido del deber ser los arroja a los brazos del pueblo que, aseguran, clama por ellos, entonces acuden en su llamado para salvarnos de la devastación entregando su vida y tiempo como mártires de la democracia, los nuevos próceres de la patria que sueñan con ser parte de los libros de historia.

Finalmente, espero que en el momento de ejercer nuestro derecho al voto sepamos elegir sin vendas, recordemos que estamos a tiempo de hacer la diferencia porque el cambio que anhelamos solo depende de nosotros. No caigamos en engaños populistas. Tengamos presentes las palabras de Martin Luther King: “Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto”. (O)