Es un lugar común decir que estamos frente a la peor crisis de la historia y que vendrán tiempos peores. Lo dicen todos los gobiernos desde que tengo uso de razón. Y ahora lo vuelven a decir, también con razón, porque estamos en pésima situación. El Gobierno tendrá que acudir al FMI, sin remedio, y sabemos que este organismo suele imponer duras condiciones de ajuste y por tal razón es repudiado. Los argentinos lo acaban de hacer, pero no tenían otro remedio. Aquí el Fondo exigirá la receta de siempre: incrementar exacciones, reducir burocracia y gastos, suprimir subsidios. Lo hizo en tiempos de Sixto Durán-Ballén y ese gobierno tuvo que ejecutar un plan muy duro e impopular que al fin de cuentas dio buenos resultados. Es lo que tiene que hacer el Gobierno actual. Se lo han dicho (también quien esto escribe), lo sabe y tendrá que hacerlo. Es el precio que tenemos que pagar los ecuatorianos por haber llevado al poder al peor administrador de la historia, esa especie de Rey Midas de falsete que todo lo que tocó lo convirtió en heces. El pueblo se dejó seducir por el encantador de serpientes que nos dejó endeudados, con una enorme burocracia y cuyos cómplices parecen maestros en el arte de ocultar el fruto de sus peculados y más delitos.

El presidente Moreno ya lanzó lo que llamaré con indulgencia un globo de ensayo, con el precio de las gasolinas. Rechazo general. Hace pocos días lo repudió con un desfile la Conaie, temible fuerza política. Los choferes se contentaron con hacer retroceder al Gobierno. El juego quedó tablas y todos se preparan para la próxima jugada. Quienes algo saben de estos menesteres ven inevitables los ajustes que impondrá el Fondo y también las protestas que vendrán porque nos tocarán fuertemente el bolsillo: más impuestos, más aportes para resucitar al quebrado IESS, acompañados de incremento de precios de las subsistencias y los servicios. Los únicos ganadores serán los especuladores que siempre se valen de estos sucesos para sus abusivas ganancias. El Gobierno debe explicarle al pueblo lo urgente y necesario de los ajustes. Cuando los decida debe aguantar firme y no recular. Son medidas parecidas a las de Sixto en 1992.

Es necesario que el Gobierno concite la comprensión y el apoyo de todas las fuerzas políticas. Que demuestre con hechos que puede reducir gastos. Que no tolere la impunidad. Que cambie la estructura del IESS para que los gobiernos no toquen los fondos de los afiliados ni cometan la insensatez de incrementar prestaciones sin financiación. Es falso que este Gobierno sea de transición, más suena a pretexto para no tomar medidas radicales. Claro que estamos de paso, ya lo dijo el viejo Heráclito. Pero el de Moreno es un gobierno legítimo, elegido por el pueblo, por lo cual tiene la fuerza necesaria para actuar como mejor le conviene al país. Heredó una situación insostenible. Le ha tocado el duro proceso de evitar la quiebra total y de pagar los desaciertos de su antecesor y mentor. Que no es poco.

(O)