Con el motivo de la Navidad las ciudades se visten de luces y colores, el ambiente se manifiesta radiante, con su gente amable y sonriente.

La Navidad es una fecha inolvidable y diferente, es el tiempo del saludo afectuoso, del acercamiento, porque la Navidad es equivalente al amor, paz, entrega, justicia, libertad y perdón. Son las enseñanzas que nos dejó Jesús de Nazaret, nuestro Redentor, quien ofrendó su vida para redimirnos del pecado y la destrucción; por esta razón de acuerdo con el calendario histórico cristiano, celebramos con júbilo cada 25 de diciembre su natalicio acaecido en la ciudad de Belén, en las condiciones más humildes. Por ser este suceso de carácter anímico, no se lo debe confundir con factores comerciales y paganos.

Refiriéndome a los recuerdos de antaño en la Navidad, ¿quién no conserva en la memoria los obsequios que solían dejarnos nuestros padres y abuelitos debajo de la cama? Constituyeron una gran sorpresa; detalles que no se pueden borrar porque quedaron impregnados en la mente y en la retina cuando fuimos niños.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces, no permitamos volvernos insensibles, no perdamos el encanto de ser sorpresivos con nuestros familiares y amigos; el mes de diciembre es una época que irradia algarabía, se intensifican las comunicaciones con los familiares a nivel nacional e internacional, quienes anuncian su visita para compartir las festividades de Navidad y Año Nuevo.

La Nochebuena no solamente es para reunirse y cenar, sino para superar diferencias. Existen familiares que guardan resentimientos y enojos por mucho tiempo, a veces por causas sin mayor importancia, pero los mantienen y eso hace daño. La oportunidad de la Navidad nos sirve para sincerarnos, reconocer nuestros errores y pedir perdón nos sirve también para renovar nuestros anhelos por la salud y satisfacción. La vida es maravillosa, pero es efímera, la debemos aprovechar. Me valgo del momento para desear que el Gobierno enrumbe al país por la senda del bienestar para todos los ecuatorianos.(O)

José Castillo Celi,

psicólogo, Guayaquil