A lo largo de la historia humana, esta pregunta con la que inicio hoy ha sido replanteada de manera periódica, consiguiendo diferentes respuestas. No creo que dicha diversidad se deba a una reinvención de la arquitectura como expresión humana, sino a lo amplio de su espectro, y las diferentes prioridades que han atendido las culturas, en diferentes espacios y tiempos, mediante la proyección y construcción de arquitectura.

Siempre vienen a mi memoria definiciones como la de Vitruvio. Aquel arquitecto romano acertó de manera atemporal con su “Firmitas, Utilitas et Venustas”. No hay arquitectura sin orden, sin actividad humana y sin belleza. Quizá por eso su planteamiento sigue siendo vigente para muchos, entre los cuales me incluyo.

En tiempos más cercanos a los nuestros, Le Corbusier definió a la arquitectura como “el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”. En sus palabras se resalta el valor estético de la arquitectura y su poder para conmover a las personas. Una conmoción que, según el arquitecto mexicano Luis Barragán, se manifestaba a través del silencio del espectador ante aquel objeto que merezca ser considerado como arquitectónico. Y ya que mencionamos a un latinoamericano dentro del campo de las definiciones arquitectónicas, creo que vale la pena recordar también lo dicho por el argentino Roberto Livingston, quien manifestó alguna vez que “arquitectura es el espacio poético donde el edificio y el ser humano se encuentran”.

No deja de parecerme igual de relevante el valor que Bernard Tschumi le da a la arquitectura como evento y como contenedor de la historia humana. En uno de sus panfletos, Tschumi declaraba que “la arquitectura está definida por las acciones que atestigua, así como por lo que encierran sus paredes. Un asesinato en la calle difiere de un asesinato en una catedral, así como amor en la calle no es igual a La Calle del Amor”.

Quizá la única manera de poder dar una definición de la arquitectura que sea válida a través del tiempo sea ver lo que todas las definiciones de la arquitectura comparten entre sí. Me atrevo a declarar que la arquitectura es la resolución de problemas humanos a través de la manipulación de la luz y el espacio. Mi formación personal me impide entender a la arquitectura como una carrera exclusivamente técnica. Se proyecta y se construye para mejorar vidas, no solamente para satisfacer sus necesidades materiales inmediatas, sino también agregando bienestar y dignidad a través de los sentidos. Es así de simple. Ello convierte a la arquitectura en una actividad irrenunciablemente humanista.

Tarde o temprano, las personas se cansarán de consumir la arquitectura como una moda, y la arquitectura volverá a ser comprendida como lo que siempre fue: un servicio a mejorar la vida de los demás. El objeto “fancy” suele ser de vida corta, comparado con aquellos que han sobrevivido generaciones de usuarios. Es una pena ver que la construcción de lo banal destruya nuestra identidad y nuestra memoria. (O)