En su obra El ocaso de los ídolos, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche asemejó los ideales filosóficos y religiosos de su época a estatuas huecas. Según Nietzsche, bastaba con golpear esos ídolos con un martillo para escuchar el eco vacío de su interior, metafóricamente indicando que estos ideales eran incapaces de sobrevivir al escrutinio. Ha pasado más de un año desde que Rafael Correa finalmente abandonó el Palacio de Carondelet. Sin embargo, el expresidente dejó atrás suyo un legado que se asemeja mucho a los ídolos descritos por Nietzsche.
En efecto, la famosa “década ganada” ha demostrado ser un ídolo hueco, ya que solo fue ganada por algunos. Si bien muchos de nosotros sospechábamos de la corrupción del régimen anterior, pocos de nosotros nos atrevimos a imaginar un entramado tan profundo y sistémico como el que se está revelando hoy en día. La forma en que Julio César Trujillo se refirió a este grupo, “caterva de delincuentes”, aptamente expresa el régimen cleptocrático al que fuimos sometidos. Pero lo más grave es que la nefasta red delincuencial no solo se estableció y funcionó para el sistemático saqueo de las arcas del Estado, sino también para garantizar la impunidad de sus participantes. Tan seguros estaban los partícipes de la caterva de su impunidad que cometieron auténticas torpezas. ¿De que otra forma se explica que el operativo por el cual se secuestró a Fernando Balda se haya denominado Operación Secuestro?
Rafael Correa se despidió del poder prometiendo que su sucesor gozaría de una “mesa servida”. Sin embargo, esta “mesa servida” no ha resultado ser sino otro ídolo hueco más. El modelo económico por el cual se operó durante la década pasada ha probado ser un modelo deliberadamente diseñado para crear la ilusión de prosperidad a corto plazo, en vez de realmente sentar bases para un crecimiento económico sostenible. El modelo correísta de engordar al Estado mediante petróleo y deuda fue un modelo que se le advirtió no era sostenible. Sin embargo, se hizo caso omiso a todas las advertencias, desestimándolas como el producto de la satanizada ideología “neoliberal”. No solo seremos nosotros, sino nuestros hijos y nietos quienes deberemos pagar las consecuencias de creer en este falso ídolo.
Se habló por una década de la “amistad latinoamericana”. Sin embargo, hoy vemos los resultados de nuestra política exterior. Durante diez años el régimen chavista en Venezuela fue aplaudido, a pesar de que todos estábamos conscientes de la catástrofe política, económica y humanitaria que se estaba produciendo. Verdadera amistad con Venezuela hubiese sido censurar su gobierno en los términos más fuertes e iniciar todas las acciones internacionales posibles para presionarlo. Hoy en día vemos en nuestras calles las consecuencias de esta nefasta “amistad”, una amistad que no fue otra cosa que otro ídolo vacío.
Tal parece que el legado correísta no es más que ídolos vacíos, palabras y eslóganes que el golpe del martillo han probado vacuos. Friedrich Nietzsche, en su misma obra nos da la solución de cómo lidiar con estas estatuas: una vez el martillo nos indica están vacías, es hora de emplearlo para destruirlas. (O)