A inicios de los años 70, un jefe de la fábrica Coca Cola ubicada por la subida del cerro del Carmen guayaquileño, cliente de mis tintas, cepillos y bacerolas, me regaló un coche de neumáticos acerados, “frenos hidráulicos” y pedales alargados. Lo cuidaba con mucho celo y conducía por lugares planos de la cima del cerro. Los más avezados se lanzaban en sus bólidos hasta la base. Cuando decidí probar mi valor, la primera curva me disparó por el “parabrisas”. Mi abuela llegó inmediatamente. Inspeccionó la herida con preocupación, “la chanda es grande”, dijo. “Yo lo curo”, aseguró, oponiéndose a la hospitalización sugerida por mis primas. Sus cuidados me tuvieron pronto de pie.

Hace año y medio el señor presidente, Lenín Moreno, denunciaba que la “chanda” patria era inmensa; sufría septicemia, corrupción sistémica, mal manejo económico; descuido de sectores sensibles como el agrícola, y el educativo con niños y adolescentes abusados en escuelas y colegios; dinero de jubilados esfumado; la “H” y otras drogas destruyendo el futuro de jóvenes; la inseguridad apoderada de urbes y carreteras. Pese a promesas antisépticas, expectante actividad judicial, planes para reanimar, estimular la producción y generar fuentes laborales, a esporádicos operativos de control militar-policial, la gente no nota cambios significativos para salir del atolladero, y en vez de un mensaje gubernamental tranquilizador, reciben cierta retórica confusa.

Hace poco compraba en un mercado. Varias caseras discutían por los altos precios de algunos productos, “es por la cuántica económica”, manifestó alguien en medio de carcajadas, tomándose con sentido de humor una crisis evaporándoles átomos y moléculas de un dólar cada vez más esquivo. El argot popular habla “del cuántico” al referirse a la persona encargada de liderar una compleja recuperación. Mientras se usa un lenguaje “raro”, el costo de la vida los agobia. Se entiende que protones y neutrones apasionen al primer mandatario, pero su verbo no conecta con una sensibilidad popular latiendo entre desilusión, incertidumbre y esperanza; quizás esto influya en los 10 puntos de caída a la aprobación de su gestión (del 53,18% en julio al 43,16% en agosto pasado), según la encuestadora Perfiles de Opinión.

La ciudadanía necesita oír más sobre recuperación económica; nuevas estrategias para atraer capitales, impulsar el sector productivo y generar fuentes de trabajo prometidas. Quieren escuchar de medidas eficaces contra la delincuencia; respuestas ante el flagelo de la ‘H’; entender cómo rescatar al país del abismo financiero, recuperar las platas robadas, reducir los accidentes viales, asaltos cotidianos, los femicidios; en fin, cómo reforzar una seguridad temerosa, estimular una economía paralizada, agilizar una justicia lenta. No se piden maratónicos montajes comunicacionales, pero sí mensajes llenos de claridad, sinceridad y motivación, para volver a soñar con una nación edificando su desarrollo. El pueblo necesita expresiones seguras en los rostros, las manos, las palabras precisas en bocas del “médico” y su equipo, que transmitan optimismo y confianza de recuperación en ese crítico “paciente” que vislumbra una chanda cada vez más grande.

(O)