Javert es uno de esos personajes reales que pueblan nuestra memoria, aunque su existencia se deba a un demiurgo: Víctor Hugo. En la novela "Los miserables" es el antagonista de Juan Valjean, un prisionero fugado. Javert es el inspector de policía que lo sigue para aprehenderlo y devolverlo a la prisión. El pobre Valjean es un galeote que purgaba en Tolón una condena de cinco años por haberse robado un pan. En total, por intentos de fuga, estuvo 19 años preso. Eran los tiempos de arbitrio judicial y los jueces ponían penas desproporcionadas a los delitos, especialmente a los más pobres. Javert descubre que Valjean se había reformado y que era un industrial rico y caritativo. Un hombre de bien, convertido por la bondad de un obispo que lo alimentó cuando estaba muerto de hambre y le regaló los cubiertos de plata y los candelabros que el pobre Valjean pretendió robarle. Uno de los episodios culminantes de la novela es cuando Javert se introduce disfrazado en las barricadas levantadas por el pueblo de París en 1832 y los jóvenes revolucionarios lo descubren y encargan a Valjean que lo mate. Pero no lo hace. Le perdona la vida. Javert no puede entender la nobleza de alma del exconvicto. Javert estaba hecho para perseguir porque era su deber. No le interesa la bondad generosa del señor Magdalena, identidad que había adoptado Valjean. Él solo cumple su misión con admirable tenacidad. Pero no puede resolver su conflicto interior y se arroja en el Sena.

Disculpe el lector esta síntesis, injusta como muchas, que pretende representar un personaje que algunos ecuatorianos quisiéramos encarnar en nuestros fiscales e investigadores para que no queden impunes los latrocinios, peculados, cohechos, concusiones y más delitos cometidos por la pandilla que nos gobernó los 10 nefastos años del pasado reciente. Quisiéramos que los fiscales prueben los tantos delitos cometidos y que los jueces con el debido proceso y basados en pruebas fehacientes aportadas puedan hacer justicia. Hará falta el espíritu de Javert, su acuciosidad, su sentido de cumplimiento del deber para condenar a los ladrones y que devuelvan lo robado, porque es dinero del pueblo. Javert es antipático, odioso, pertinaz. No tiene sentimientos. Él solo cumple con su deber. Persigue a Jean Valjean y se esfuerza en probar que es el mismo señor Magdalena. Quiere devolverlo a las galeras. Y como siempre pensamos en lo nuestro, es obvio que nos preguntemos: ¿quién de los fiscales investigará los delitos y aportará las pruebas que condenen a los culpables? ¿Tendremos aquí fiscales como los hay en Argentina y Brasil que descubrieron la red corrupta de Odebrecht y la pista del dinero K? ¿Alguno de nuestros fiscales se atreverá a investigar la trama de los contratos con los empresarios chinos que construyeron las usinas hidroeléctricas y se beneficiaron con los enormes sobreprecios que Ecuavisa ha denunciado?

Necesitamos varios Javert que trabajen con inteligencia, ahínco, perspicacia. Ecuador debe recuperar el dinero que quién sabe dónde está. Es mucha plata como para no esforzarse en recuperarla. (O)