Desde hace algún tiempo, un movimiento que se hace llamar Acuerdo contra el Cáncer viene promoviendo una ley que terminaría estatizando a Solca, institución privada sin fines de lucro que desde 1951 lidera la lucha contra el cáncer en el país. El cáncer es demasiado importante como para dejarlo en manos de los políticos.

El principal vocero de este movimiento, Wilson Merino, me dijo que estaban proponiendo darle más autonomía y descentralización a Solca, así como también mayores garantías legales para la obtención de los recursos que necesita. Pero eso no es lo que dice el proyecto de ley que promueve.

Por otro lado, Solca ya goza de autonomía y de una garantía legal de transferencia de recursos. La segunda de poco ha servido, dado que el Estado paga tarde y no constituye la principal fuente de financiamiento de la institución. Además, si la situación financiera de Solca, como la de otros hospitales privados, se ha venido complicando, esto se debe a la gran cantidad de pacientes que han sido derivados del IESS, Issfa, Isspol y del Ministerio de Salud, por los cuales el Estado mantiene una deuda con Solca.

El Sr. Merino tiene fe en los políticos y en las leyes como solución a un problema tan acuciante como el cáncer. Pero es precisamente la politización y centralización de los hospitales públicos y del IESS, por ejemplo, lo que ha conducido a su mala atención, desfinanciamiento, despilfarro y corrupción en su administración. La prueba de que un sistema de salud estatizado es ineficiente es que los afiliados del IESS, del Issfa y del Isspol suelen preferir ser derivados a hospitales privados –particularmente Solca– si se trata de una enfermedad de cáncer.

La solidaridad es inherentemente voluntaria y es parte de la naturaleza humana, al igual que el interés propio. Pagar impuestos no es ser solidario, porque es algo que se hace por obligación. Ayudar a alguien cuando tenemos la libertad de destinar nuestro tiempo y recursos a otra cosa, eso sí es solidaridad. Así nació Solca y para que mejore ojalá algún día retorne a sus raíces, puesto que parte del problema actual es que la institución le abrió las puertas al financiamiento público.

Consideremos también que no es cierto que si el Estado (léase: los políticos) no hace algo, nadie lo hará. En Guayaquil se fundó Solca en 1951 como una entidad privada con finalidad de servicio público. La fundó el Dr. Juan Tanca Marengo únicamente con aportaciones privadas.

Nada impide que el Sr. Merino y sus partidarios dediquen su tiempo a levantar fondos para montar nuevas instituciones dedicadas a la lucha contra el cáncer. Otra idea sería aprobar una ley que permita que las personas tengan la libertad de elegir que un porcentaje de lo que paga por impuesto sobre la renta sea destinado a las fundaciones dedicadas a prestar servicios de salud o que las donaciones sean deducibles de dicho impuesto.

Pero prefieren crear una ley que destruiría la beneficencia voluntaria. Una ruta muy distinta a aquella tomada por grandes ciudadanos que en lugar de endosarles a otros la responsabilidad de la lucha contra el cáncer, la asumieron como propia. (O)