En todas partes del mundo se reconoce la actividad agropecuaria como parte fundamental del aparato productivo de cada nación, porque además de generar riqueza con la exportación de sus mejores productos, también se encarga de proveer a la población de los alimentos necesarios para su subsistencia, pero además porque lleva implícita una connotación social por la cual los habitantes de las regiones rurales fijan sus expectativas de vida, crecimiento y desarrollo, justamente en la producción agrícola y pecuaria.

Bueno, parece que esa es una apreciación de “casi” todos los países del mundo excepto Ecuador, donde el gobierno acaba de presentar un plan económico para la reactivación sin apenas nombrar al sector agropecuario; claro que estoy seguro de que se acordarán de los productos estrella de nuestra fuerza exportadora, pero ¿acaso la actividad agropecuaria se reduce solo a exportación? ¿Saben nuestras autoridades que hay un enorme segmento que produce para el consumo interno y que esta fracción en unidades productivas representa diez veces más que las unidades dedicadas a la exportación?

Aunque este sector productivo no signifique entrada de divisas para el país, genera una riqueza tanto o más importante como es la generación de empleo y oportunidades de trabajo, especialmente en el sector rural, adonde los gobiernos parecen haber preferido no mirar, por vergüenza quizás.

Si tenemos dos pilares tan importantes como la producción para exportación que provee de los dólares tan necesarios para nuestra economía, y por otro lado la producción para consumo interno que nos abastece con los alimentos diarios, además de generar las oportunidades de trabajo tan urgentes para combatir el desempleo, si sabemos que es una realidad que está a la vista, ¿por qué la excluimos de nuestra planificación?

Las respuestas a estas interrogantes tal vez estén en la mala costumbre de nombrar al ministro de Agricultura tan solo por amistad o por cumplir alguna cuota de poder negociada, sin importar la capacidad ni la idoneidad de aquel para asumir esa responsabilidad. Pero la culpa no es solo de quien los nombra, pues recordemos que “el primer acto de corrupción de los servidores públicos es aceptar un cargo para el que no se tiene competencia”.

Hay tantas cosas por hacer, pero me atrevo a recomendar que una de las primeras cosas por atender es la capacitación y tecnificación de los productores para consumo interno, porque este sector tiene sobre él una amenaza que pocos han visualizado, y que es la competencia desigual que soportarán cuando lleguen al país los productos agropecuarios procedentes de los países con los cuales tenemos convenios comerciales, por ahora la Unión Europea pero pronto también los Estados Unidos y otros más.

Si no entendemos este problema y no trabajamos pronto en los correctivos, el segmento de los pequeños y medianos productores, que son los que componen mayormente el sector para consumo interno, serán destrozados por la fuerza de un mercado desigual donde no tienen oportunidades, entonces el Ecuador se verá ante una crisis social y laboral sin precedentes. (O)