Desde hace varios meses el tema de Solca ha sido tratado por editoriales, columnas de opinión y por la comunidad ecuatoriana, como formas de respuesta ciudadana a la propuesta presentada en la Asamblea Nacional para que se expida la denominada Ley Orgánica de Lucha contra el Cáncer, que extrañamente no cuenta con ella para el cumplimiento de esos objetivos. Muchos se oponen, fundamentando su posición en el reconocimiento de la calidad del servicio de Solca en el sensibilísimo aspecto del cuidado de la vida, en circunstancias en las cuales el cáncer la compromete y en muchos casos da cuenta de ella. Se opina positivamente sobre la práctica cotidiana, en esa institución, de los más importantes principios de la bioética médica, como la no maleficencia; justicia; protección a la población vulnerable; eficiencia profesional; respeto a la autonomía de la voluntad; consentimiento informado y ética del cuidado.
Solca de Cuenca nace en el año de 1953 en el marco de un proyecto nacional de lucha contra el cáncer que fue impulsado por el emérito ciudadano guayaquileño doctor Juan Tanca Marengo, en 1951. Los inicios de esta institución, que los cuencanos la hicimos nuestra desde su origen, fueron marcados indeleblemente por la vocación de servicio y la solidaridad con quienes fueron tocados por el cáncer que afectaba a la población local y a la humanidad en todo el planeta. Solca fue, es y seguirá siendo el espacio propicio para que el altruismo y la beneficencia tengan vías de expresión a través de acciones médicas concretas de cuidado integral al enfermo de cáncer y a sus familias. El espíritu de amor al prójimo, vigente hoy, tanto como lo fue al inicio, convocó y convoca a ciudadanos que de manera solidaria se aproximaron y se aproximan para integrarse a esta ilustre institución. En las antípodas de la gran disponibilidad moral y anímica para servir se encontraban los limitadísimos recursos económicos iniciales, situación que permitió que el apoyo de otros actores en el servicio humanitario se haga presente, ennobleciendo a quienes lo dieron y a quienes lo recibieron… la Cruz Roja del Azuay, el Hospital Regional del Ministerio de Salud Pública y; claro, la naciente Sociedad de Lucha Contra el Cáncer de Cuenca.
Hoy, la institución nacional y comarcana es uno de los mejores ejemplos de la virtud aplicada al cuidado de los enfermos de cáncer. Profesionales de la salud como médicos, enfermeras y personal técnico de apoyo, así como funcionarios administrativos con las más altas calificaciones en sus propias ramas contribuyen para la vigencia cotidiana del ideal de servicio y del principio bioético de beneficencia. Por esas y otras muchas razones, así como por la historia de vida de miles de ciudadanos que han sido cuidados en esa casa de salud, expresamos con firmeza que es el momento de protegerla y fortalecerla, evitando se apruebe una ley que ignora palmariamente su histórica realidad y su brillante presente. A través de esta columna me sumo a las múltiples voces ciudadanas que se oponen al mencionado proyecto porque atenta contra la autonomía y la sostenibilidad de una de las mejores instituciones médicas del Ecuador.
(O)