El joven asesino de Parkland, Miami, recibe miles de cartas de admiradoras… Se conoce su contenido porque a él no se las entregan y su correo es abierto.

Solo le leen las cartas que tienen contenido religioso. Pero no conoce la que escriben varones y mujeres que lo apoyan, alaban sus lindos ojos y sus pecas. Solamente sirve para asombro y desconcierto de quienes las abren. Y le llegan cada vez en mayor cantidad.

El ermitaño asesino, unabomber, que enviaba bombas en cartas por correo y que terminará sus días en una cárcel de alta seguridad pues tiene ocho condenas de cadena perpetua, recibe más de 400 cartas al año, a pesar de que hace 22 que está preso. También le envían dinero que podrá ser utilizado por él para comprar alimentos, bebidas, productos de higiene y otros artículos accesibles en la cárcel.

Es más fácil poder hablar de esos hechos cuando los tenemos aparentemente lejos. Aunque las conductas humanas son sensiblemente parecidas en muchos contextos, como la admiración por la violencia, la curiosidad que atrae a muchos que se detienen a ver lo morboso de un accidente o se regodean repitiendo escenas truculentas, leyéndolas o viéndolas como entretenimiento.

Como sociedad nos falta educar las emociones, nos forman en habilidades lógico matemáticas, en habilidades verbales; pero en lidiar con nuestros sentimientos, identificarlos e integrarlos positivamente en nuestra vida es tarea pendiente. Y sin embargo desde que nos levantamos ellos están presentes.

Las Naciones Unidas hablan de las seis habilidades para la vida: conocimiento de uno mismo, de nuestro carácter, nuestras fortalezas y debilidades, de nuestros gustos y disgustos, de lo que nos alegra y nos entristece…

Quien se conoce a sí mismo puede hacer proyectos de vida, de lo contrario se dedicará a destruir los proyectos de los otros y admirar a quienes eso hacen.

Sucede a nivel individual, de grupos, de países. Es relativamente fácil destruir, criticar, desmantelar; construir requiere muchas más habilidades.

Otra destreza requerida es el manejo de emociones y sentimientos, habilidad que hay que desarrollar para poder expresar y reconocer sin imponer, pero respetando lo que sentimos. Estar más cercanos a nuestro corazón nos ayudaría a ser menos violentos.

Comunicarse efectivamente, sin dobleces, sin cartas escondidas, con asertividad y respeto.

Saber tomar decisiones, aceptando los riesgos de hacerlo bien o equivocarse sin echarles la culpa a los demás si no resulta como pensamos y queremos.

Una habilidad que es necesario aprender y cultivar en nuestra realidad concreta: analizar la información, los acontecimientos y desarrollar nuestro propio pensamiento y convicción.

Y manejar las tensiones y el estrés sin hacerse daño ni hacer daño a los demás, sin tener que arrepentirnos de lo que decimos o de gestos que después quedan marcados para siempre.

La educación debería encaminar esas habilidades, pero nadie da lo que no tiene y cuando los maestros están estresados y aburridos no son buenos para hacerlo. Ni tampoco padres desbordados por problemas económicos o cansancio. La información que hoy reciben los educandos dentro de pocos años habrá sido superada, pero adquirir inteligencia emocional perdura y se profundiza desde los primeros cara a cara que nos enseñaron a leer las emociones e interpretarlas.

Quizás si eso se hiciera existirían menos admiradores e imitadores de asesinos y gente sin escrúpulos. (O)