El gobierno socialista totalitario de Oceanía, pintado por George Orwell en su obra 1984 intenta imponer el uso de la neolengua. La implantación de este idioma forjado desde el poder permitiría el control total de la mente de las personas. Esta jerga estaba constituida por una serie de abreviaturas y siglas, buscando ser simple y unívoca. Esta creación del genial novelista provino, por una parte, de sus meditaciones sobre el fenómeno del poder y, por otra, de observaciones sobre los sistemas totalitarios que existieron realmente, como el comunismo y el fascismo. El correísmo, que fue un proyecto totalitario paradigmático, también intentó establecer un idiolecto, un dialecto propio, creando nuevas palabras y, como ellos lo decían paladinamente, “resemantizando”, es decir, dando nuevos significados a las palabras. Parte importante, y odiosa, de este propósito era el denominar con siglas todo lo que se les ponía al alcance.

Muestra significativa de esta pretensión totalitaria fue el denominar con siglas a los cuerpos de leyes que nos llevarían hacia el mundo del “sumak kawsay”. En tiempos de la RC, sigla intencionadamente ambigua, se habló del COIP, de la LOES y de la famosa LOC, llamada en esta página la LOCA, Ley Orgánica de Comunicación Amordazada, porque eso era exactamente. Algunos preferían calificarla como la LOCK, la candado y también tenían razón, pero era un anglicismo. De forma concomitante, esta norma creaba el Cordicom y la Secom, organismos de poderes amplios y poco definidos, que al final para lo único que sirvieron fue para perseguir a los periodistas y medios críticos, incluso a aquellos que simplemente se negaban a reproducir propaganda del régimen.

Nos gustó mucho eso de que “la mejor ley de prensa es la que no existe”, que dijo el presidente uruguayo Pepe Mujica (aunque el viejito tramposo hizo esa declaración y a las pocas semanas mandó un proyecto de ley de medios al legislativo de su país). En todo caso, hay consenso sobre el hecho comprobado de que con buena fe republicana, bastan las leyes ordinarias para reglar la actividad de medios y periodistas. La experiencia demuestra que siempre, incluso en las repúblicas más liberales, los códigos dirigidos solo sirven para limitar las libertades de expresión y prensa. Por eso pensábamos que si, en realidad, el actual gobierno quiere dejar atrás el autoritarismo, se debía derogar la LOCA de un solo tajo y volver a la situación anterior, que si bien no era óptima, era aceptable. Eso le permitiría al régimen suprimir esos mastodontes vampiros que son el Cordicom y la Secom, con lo que, por fin, daría muestras efectivas de que quiere disminuir el gasto público. Pero veo que se está aflojando el discurso y ya se habla de una “reforma” medio tibiona, que podría dejar vivos a esos organismos. No vale el pretexto de que hay que tener ley específica y organismos “para defender la libertad de expresión”. Imaginen lo que pasaría si para cada derecho tuviese que crearse un organismo... peligroso, los cocodrilos, incluso los amaestrados, siempre comen carne. (O)