Este lunes, 5 de febrero de 2018, será el primer día del gobierno de Lenín Moreno. Aunque han transcurrido ocho meses desde su posesión formal, hasta ahora no ha definido rumbos claros en los temas fundamentales del país. En campos tan importantes como la economía o la política exterior se ha limitado a conservar la herencia tóxica de su antecesor. No hay lineamientos de política ni definiciones específicas, mucho menos las acciones concretas que son imprescindibles para materializar el cambio de orientación que ha venido anunciando. Hasta ahora todo eso está represado. Es un inmovilismo que se explica por su debilidad, que se deriva del triunfo apretado y ensombrecido por las denuncias opositoras. A esto se añadió tempranamente la ruptura con Correa y se sumaron las tensiones para constituir un equipo de gobierno con identidad propia. Finalmente se entrampó en la bolsa de gatos en que se convirtió Alianza PAIS.

El camino que se va a iniciar este primer día va a depender de la manera en que él y el resto de actores políticos interpreten el resultado de la consulta. Como en el fútbol, no hay más opciones que un triunfo, un empate o una derrota. Pero, al contrario del deporte, en que el número de goles es un indicador objetivo, en una contienda política como esta no basta estar primero en el marcador. Aquí cuenta también la distancia entre los dos jugadores, entre el sí y el no o, dicho claramente, entre Moreno y Correa. Un 70% por el sí constituiría un triunfo indiscutible, pero un 51% o incluso un 55% podría considerarse un empate o, para los más realistas, un triunfo del no. Esto, siempre y cuando el sí supere al no, que es algo que no se puede asegurar hasta escrutar la última papeleta.

Lo que sí se puede anticipar es que, pase lo que pase, Lenín Moreno tiene que comenzar a gobernar. Un triunfo cómodo le permitiría hacer su propio gobierno, porque precipitaría la ruptura definitiva de AP, especialmente en la Asamblea Legislativa. Moreno podría contar con su propio bloque y estaría en capacidad de definir políticas. Tendría vía libre para constituir un gabinete a la medida de sus objetivos (que deberían ser definidos previamente). En síntesis, podría iniciar su ejercicio presidencial. Por el contrario, si el triunfo es apretado apenas tendría espacio para moverse. La situación dentro de AP no se definiría y el bloque legislativo seguiría en el limbo en que se ha situado en los últimos meses. El presidente no encontraría las condiciones para conformar un gabinete técnico y político como el que requiere para reactivar al país. Su capacidad de definir políticas sería cercana a cero. Continuaría administrando las migajas que quedaron en la mesa. El único objetivo sería tratar de completar el periodo.

Fue un error político convertir la consulta en una línea divisoria. Sus resultados deben marcar un antes y un después. El riesgo es que, por una derrota o un empate, ese después se parezca demasiado al antes. (O)