Se dice que en Ecuador no hay buenas noticias, no es así, lo que no nos gusta es que a otro le vaya bien. Por eso, hagamos el ejercicio moral de reconocer siempre, a su primera manifestación, las cosas bien hechas. Así, vemos que se han formado dos grupos de diversa naturaleza y con distintos propósitos, pero con características comunes. Los conforman personas de prestigio intelectual y reconocida solvencia moral, provenientes de variadas tendencias, lo que alienta la ilusión de que contribuyan a sacar este país de la lodosa quebrada en la que está hundido.

El contralor del Estado, Pablo Celi, hasta el momento y de lo que puedo ver como ciudadano de a pie, ha “cometido” varios aciertos. Ojalá siga en esa tónica, porque ahora tiene un reto al nivel de su talento. Entre sus actos atinados está el haber conformado una veeduría de la deuda externa. Los veedores son once personajes de primera línea y sus posiciones abarcan un amplio ángulo del espectro político. Es una selección representativa. Tenemos al exvicepresidente León Roldós, junto a un estudioso como Pablo Dávalos, hombre de izquierda, que comparten esta tarea con el dirigente empresarial y periodista Roberto Aspiazu, con excontralores y exmagistrados, en fin, con un selecto grupo de mujeres y hombres que deberán analizar el que es, como se irá reconociendo, el mayor problema del país. ¡Cómo contrasta este grupo independiente y pleno de valores, con la comisión creada por Correa en su día, para “auditar el crédito público”, conformada por incondicionales suyos a los que añadió algún extranjero procesado por graves delitos!

El otro grupo cuya aparición celebro es el Foro de Economía y Finanzas. Está formado por lo más granado de la ciencia económica del país. Ya han saltado partidarios de Correa a cuestionarlos, diciendo que representan a una sola tendencia. Claro, para los dogmáticos solo hay dos posibilidades, nosotros y el enemigo, más cuando están intoxicados por el servilismo caudillista. En el foro se encuentran Eduardo Valencia y Mauricio Dávalos, a los que no se puede calificar de (me disculpan el uso de este término malsonante) “neoliberales”. También hay allí gente de larga trayectoria, como Abelardo Pachano y Francisco Swett, con jóvenes con ideas nuevas, como José Hidalgo y Bernardo Acosta. Las visiones centristas como las de Jorge Gallardo y Rodrigo Espinosa alternan con las decididamente liberales de Pablo Lucio Paredes y Vicente Albornoz. Todos estos matices se escapan a los enfermos de daltonismo ideológico, que no ven más que en blanco y negro. Hará bien el Gobierno en escucharlos, consultarlos y, sobre todo, en aplicar sus sugerencias. Que las conversaciones vayan más allá del evento social, que no se intente “quemar tiempo”, porque el régimen debe estar consciente de que en economía lo que justamente no tiene es tiempo. Si estos veinte notables llegan a ser convocados al palacio de gobierno, se podrá decir, sin originalidad pero con certeza, que nunca se vio tanta sensatez junta en Carondelet, desde los tiempos en que Galo Plaza trabajaba solo en su despacho. (O)