Es ilustrativa la entrevista que Chris Anderson realizó a Julian Assange en el marco de las conferencias TED. “Julian Assange: Por qué el mundo necesita WikiLeaks”, agosto del 2010. Se podría pensar otra entrevista: ¿Por qué necesitan y temen a Julian Assange?

Para que Julian Assange se asile en la embajada ecuatoriana es imaginable que antes se realizaron conversaciones que le aseguraron que iba a ser bien recibido. No pudo ser una improvisación. Assange no pidió asilo, por ejemplo, en la embajada de Islandia, país que atravesó una severa crisis económica en la que las revelaciones de WikiLeaks lo hicieron famoso. Allí ayudó a crear, según sus propias palabras, un premio parecido al Premio Nobel para la libertad de expresión. Se convirtió en un héroe.

El asilo lo pidió en un país que considera insignificante por su poco impacto en los acontecimientos relevantes a escala mundial, según sus palabras, pero que intentaba liderar a nivel latinoamericano la oposición a Estados Unidos y sus políticas en la región. Y WikiLeaks descubrió muchos episodios conflictivos que mostraban el lado oscuro de la política norteamericana. Por lo tanto tenerlo como refugiado era una declaración de principios que respaldaba el discurso anti Estados Unidos del gobierno de Rafael Correa.

La imagen de Assange está asociada a la libertad de información. Publicaba y sacaba a la luz documentos confidenciales y secretos que comprometían a autoridades, personas, gobiernos, sin importar las repercusiones y las vidas en peligro que esa información podía ocasionar. Una especie de anarquía, de cuestionamiento de todo lo que representa poder, que derriba todo a su paso y resquebraja los monopolios de las cadenas informativas. Que informa y a la vez crea una ola de incertidumbre y rechazo, sin la posibilidad de algo a cambio. De las constataciones surgen las preguntas: ¿Somos tratados como marionetas por los poderes de turno, tenemos alguna posibilidad de cambiar para bien el curso de la historia o todo se decide por manipulaciones?

Que estuviera asilado en la embajada ecuatoriana era un mensaje que de cierta manera lavaba la imagen de Ecuador, donde la prensa sufría las consecuencias de la ley mordaza, los periodistas eran amenazados, ridiculizados, multados, despedidos de su trabajo.

Assange pretendía liderar la libertad de información y el acceso a documentos secretos. Todo debe transparentarse. En Ecuador no se permitía a los ministros dar entrevistas en los canales que eran críticos al Gobierno y se prohibía fiscalizar en la Asamblea a los funcionarios públicos, según reconoce públicamente Raúl Patiño, exasambleísta y hermano del entonces canciller Ricardo Patiño.

Desde su refugio, fiel a sus principios y a su manera de ser, Julian Assange ha continuado interviniendo e interfiriendo en la política interna de varios países, sobre todo Estados Unidos en las últimas elecciones presidenciales, y España, apoyando a Cataluña en su propuesta de independencia. Actividades que no puede desarrollar un asilado en la sede diplomática del país que lo acoge.

Que la canciller, cuya afinidad con Correa no se discute, pretenda sacar a tan incómodo huésped a como dé lugar utilizando la viveza criolla como herramienta legal en un país que hace culto de la justicia, lo menos que se puede decir es que asombra, no por la ingenuidad sino por la mala fe. Que autoridades del Gobierno anterior aprueben esa conducta solo reafirma el doble discurso con que se manejaron la política y la impunidad que es su marca de fábrica. (O)