Década ganada dicen los partidarios fanatizados del expresidente Correa; perdida, dicen sus detractores y algunos comentaristas van más allá y la denominan década saqueada. Parece que se ha puesto en boga una competencia por encontrarle adjetivo calificativo a los diez años del proyecto Correa.

Y digo proyecto Correa, porque con el poco de perspectiva que nos da el tiempo transcurrido, ya podemos ver que en realidad fue un proyecto personal de acumulación de poder para fines que recién estamos comenzando a valorar en sus efectos. “El Proyecto” como los aliancistas lo denominaron y lo decían pomposamente, llenándose de aire los pulmones, nunca se plasmó en una visión de país que nos convoque y nos inspire a los ciudadanos; era algo que solo lo entendían los conjurados. El “proyecto” consistió en cambiar las reglas del juego y de la convivencia social para tomarse el poder, todo el poder. Comenzó con una constituyente hecha en escenario de telenovela barata y el manoseo de los símbolos históricos. Voces respetables y calificadas como la de León Roldós tempranamente lo denunciaron. El hábil manejo de sonajeros, el terreno abonado por el hartazgo ciudadano, permitió que ese atraco a la sensatez se perpetre con nuestra anuencia.

Cambiadas las reglas del juego, el siguiente paso fue tomarse por las urnas todos los espacios de representación. Con sofismas elevados a norma constitucional, se tomaron los organismos nominadores y se apropiaron de los órganos de control. Caciques y advenedizos locales se sumaron al “proyecto”, convertido ya en comparsa. El expresidente decidió anunciar y meter las manos en la justicia, y se lo permitimos. Se consumó el control total del Estado y el país. Con sus acostumbrados sofismas, Correa se declaró jefe de todos los poderes.

El “proyecto” consistió en cambiar las reglas del juego y de la convivencia social para tomarse el poder, todo el poder.

Todo esto coincide con el periodo donde estuvo a disposición del “proyecto” los mayores recursos de nuestra historia. Nunca el precio del petróleo estuvo tan alto; nunca se hizo recaudación de impuestos como en esta década. Los entendidos cifran en más de trescientos mil millones de dólares los recursos que Correa tuvo a su disposición; la mayor parte provino de los impuestos que los ecuatorianos pagamos. Lo pongo en números, a ver si los dimensionamos el tamaño: US $ 300.000’000.000. Y se desbocó el gasto.

Asistimos ahora al desfile de los escándalos por el despilfarro y el robo. En una columna con la que me inauguré como opinador mostraba la desproporción de los proyectos emprendidos en comparación con similares en otros países. Nunca hemos tenido tantos recursos; nunca los volveremos a tener; nunca hubo gobierno que se mantuviera en el poder por tanto tiempo y con tanta plata. Si hubiésemos tenido un Proyecto de País, este sí con mayúsculas, hubiésemos podido sentar las bases para nuestro despegue. Si esos recursos se hubiesen usado para apalancar otros de origen privado hubiésemos podido cambiar el esquema de producción. Si hubiésemos invertido en cimentar una buena educación básica para todos en vez de tirar la plata en Yachay, otro sería el resultado.

Más allá del baile de los escándalos por corrupción al que asistimos y por los que todos pagaremos, en lo que estamos es a la constatación del mal manejo de los recursos más grandes que jamás hayamos tenido y que nunca más tendremos: estamos en la penosa constatación de una oportunidad perdida; década desperdiciada. (O)