Eso es el libro El séptimo Rafael, de las periodistas Mónica Almeida y Ana Karina López. Por sinécdoque se comenzó a llamar Tesoro o Tesorito al exmandatario que dijo que la credibilidad de su palabra era el mayor tesoro. Este trabajo que va mucho más allá de la biografía es un verdadero mapa de la fragosa geografía de la personalidad del líder de la Revolución Ciudadana. También se podría decir que es una radiografía en tres dimensiones de la trayectoria de quien ha sido el gobernante de más largo mandato continuo desde la Independencia. Se exponen y analizan los antecedentes familiares del “séptimo Rafael”, pues ese es el ordinal que le corresponde en una sucesión ininterrumpida de antepasados llamados de igual manera. Las verdades sobre sus orígenes son desmenuzadas, demostrando como no siempre se corresponden con la “leyenda” que se ha tratado de vender en las tiendas oficialistas.

En extremo decidor es el recorrido y análisis que hacen las autoras sobre la educación y formación del ciudadano en cuestión. Salvo sus finales estudios para obtener el Ph.D., se educó siempre en instituciones católicas, desde el colegio San José hasta la Universidad de Lovaina. En el estudio se pueden apreciar las limitaciones de tal educación y el impacto que sus sesgos han tenido en la vida nacional, puesto que la enorme mayoría de líderes han pasado por sus establecimientos. Hay dos factores no académicos que habrían contribuido decisivamente a formar al futuro caudillo; el uno es el mundo de los boy scouts, con sus disciplinas, prácticas y valores sacrificiales; y el otro es la pertenencia al grupo católico informal y laico, creado por el expresidente Gustavo Noboa, denominado “los gustavinos”, que ha sido un increíble semillero de líderes. En todos los ámbitos encontramos un Rafael Correa moderadamente destacado, sin llegar a ser sobresaliente. Sus logros intelectuales son modestos, como se demuestra en su pobre manejo de los idiomas en los que estudió en Bélgica y Estados Unidos. En cambio, sus habilidades sociales y verbales eran notables, a pesar de que su intransigencia y mal carácter se ponían de manifiesto con frecuencia. Todo esto lo veríamos eclosionar cuando ejerció la Presidencia.

Creo que El séptimo Rafael es un tipo de esfuerzo que no se ha realizado antes en el país. Las biografías y los análisis que se han publicado sobre mandatarios y otros personajes han sido ante todo apologías, a las que se les han opuesto, a veces, libelos difamatorios. También ha habido estériles estudios cientistas. No recuerdo de una visión tan completa y tan comprometida con las fuentes para estudiar a un político. Porque eso hay que destacar, lo afirmado está respaldado siempre en documentos y testimonios. Tal vez, solo la inconclusa biografía de Velasco Ibarra, El gran ausente, de Robert Norris, se le equipare. No se debe pasar por alto, tampoco, la valentía de Almeida y López de lanzar un libro tan revelador, cuando el retratado todavía vive y ejerce mucho poder. Eso es en sí otro aporte, porque así no olvidaremos temas que aún deben juzgarse. (O)