El Ecuador, como pueblo y como gobierno, no puede permanecer indiferente ante la tragedia que vive la patria de nuestros libertadores. Ayer, en la televisión de la BBC de Londres se veía a niños cuyos huesos estaban cubiertos solamente de piel, no de carne, por falta de alimentación. La gente busca comida en los desperdicios de los basureros; cientos de miles de venezolanos cruzan las fronteras con Colombia y Brasil en busca de pan, medicinas y trabajo. Al ritmo de decrecimiento, de reducción de su economía en alrededor de siete por ciento anual, Venezuela va en camino de convertirse en un estado fallido. La producción agropecuaria es cada vez menor, y no puede importar alimentos, medicinas y otras cosas básicas porque no tiene dólares y su moneda nacional pierde valor de un día a otro. Pero a pesar de su total fracaso, el gobierno de Maduro está decidido a permanecer en el poder a cualquier costo. Rompe la Constitución todos los días; reprime salvajemente y encarcela; no permite las elecciones seccionales pendientes desde el 2016; la Corte constitucional se arroga las funciones de la Asamblea; ahora Maduro se está inventando una Asamblea Constituyente para dizque cambiar la Constitución de su mentor, Chávez, pero el propósito es evitar las elecciones presidenciales de 2018; Asamblea Constituyente cuya mitad de legisladores sería designada por el mismo Maduro. A la fiscal general, que se opone a estas arbitrariedades, ya la van a declarar loca para destituirla. Y no le importa al Gobierno que cada día muera uno de los valientes venezolanos que luchan por su libertad. T.S. Eliot exclamaba: “¡Cómo se puede pelear con la estupidez!”. Esta es la tragedia del pueblo venezolano.
El Gobierno ecuatoriano no puede permanecer indiferente ante esta tragedia humanitaria, ante la anulación de todos los valores democráticos. Hay una saludable corriente de los gobiernos de América –que ya es mayoritaria– que presiona a Maduro para respetar la división de poderes, liberar a los presos políticos, llamar a elecciones. El Ecuador se está quedando solo en su apoyo al dictador venezolano; en América del Sur, únicamente tiene la compañía de Morales. La ALBA, en la que nos hizo ingresar Chávez, no existe; la Unasur ni siquiera ha sido convocada porque la gran mayoría de países no apoya la brutalidad de Maduro. En Centroamérica marchamos con Cuba y Nicaragua. La América del Norte, íntegra, pide una solución para la crisis venezolana. El Ecuador no puede permanecer anclado en el pasado por una simpatía ideológica que no lo conduce a ninguna parte. No concurrir a la reunión de cancilleres, al nivel requerido, argumentando el principio de no intervención, no prestigia al Ecuador; todos somos suscriptores de la Carta Democrática; gracias a ella, el propio Chávez, por intervención de la mayoría de los países de América, fue restituido a su cargo; Correa pidió socorro a los países americanos cuando se fue a meter imprudentemente en el cuartel de policía insurreccionado. Somos parte de los convenios de defensa de los derechos humanos. El Gobierno debe interpretar el sentimiento de la ciudadanía que contempla horrorizada la masacre al pueblo venezolano.
(O)