Que en la noche todos los gatos son pardos, dice el refrán; que en el mismo lodo todos quedan manoseaos, nos señala un tango que describe los desafueros del siglo XX, en que todo se reduce a un cínico cambalache. En eso parece estar el Gobierno y el señor presidente: hay que tapar el sol con un dedo para simular noche y hacer pasar a todos los gatos por pardos; hay que embarrar en lodo a todo el mundo, para que nadie se diferencie y no sobresalgan las ratas gordas, bien gordas, de esta larga década en la que los ratones han hecho fiesta, a falta de gato que cuide la despensa llena con los recursos más grandes de nuestra historia.

Esa es la estrategia oficial frente al escandaloso caso Odebrecht, con el que nos tiene entretenidos, previo a unas elecciones cruciales. Nadie habla de otra cosa distinta a los 33,5 millones de “propinas”. Tramas corruptas descubiertas por las autoridades de justicia norteamericanas y ventiladas por la prensa. Acá, seguimos esperando que un fiscal mueva ficha, mientras en Colombia y Perú ya hay encausados y otros países reclaman indemnizaciones. Con el presidente a la cabeza, se nos distrae con indicaciones que Odebrecht ha actuado así desde siempre. Así, con esta maniobra de tapar el sol con un dedo, quieren hacer pasar por pardos a todos los gatos, y disimular a los negros del Gobierno. Quieren tapar la realidad que lo que está documentado y encausado por la fiscal de Nueva York, se circunscribe al periodo 2007-2014.

Por la misma vía pretenden manosear y embarrar a personas que tuvieron actuaciones públicas hace treinta años, o mediante rebuscadas carambolas, involucrar a otros cercanos a opositores políticos, mientras ellos están afanados en desarrollar estrategias para que la lista no se conozca antes del 19. Llegará el día y el país conocerá quién es quién; y ojalá sirva para tirar la manta y saber quiénes más y en qué tiempos incurrieron también en estos comportamientos. Y que todos paguen.

Pero lo que los ecuatorianos no podemos olvidar y de lo que no podemos dejarnos distraer, es que este Gobierno embarrador de honras y tapador del sol, es el que realizó contratos por la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas que pasó –por arte de magia– de $ 180 millones a $ 2.250 millones para una refinería que no sirve; o, de los millonarios contratos para El Aromo, donde por otros $1.200 millones se aplanó un enorme terreno y se excavó unas zanjas de drenaje para una refinería que no tuvo nunca posibilidad y que afortunadamente, nunca se hará. Frente a estos montos, $ 33,5 millones son, como decimos en quiteño, capillos. Dos casos de muestra de una inmensa corrupción, valientemente denunciados por Fernando Villavicencio, y que para más Inri, el Gobierno pretende hacernos creer que han sido ellos los que los han develado. Bien haríamos en el futuro, destinar esos terrenos a un gran parque que lleve el nombre del valiente periodista y nos sirva de recordatorio para no dejarnos engañar por salvadores de patrias iluminados.

Tal vez algún día, cuando seamos un país serio, tal vez digo, nos atrevamos a pedir también que se rindan cuentas sobre el manejo irresponsable, indolente y desaprensivo de nuestro patrimonio, de cómo nos llevaron de la mayor bonanza a la quiebra y se den cuentas de la oportunidad histórica perdida. Pero por ahora, que no nos vean la cara, no nos dejemos engañar. (O)

Acá, seguimos esperando que un fiscal mueva ficha, mientras en Colombia y Perú ya hay encausados y otros países reclaman indemnizaciones. Con el presidente a la cabeza, se nos distrae con indicaciones que Odebrecht ha actuado así desde siempre.