Por: Ronald León
Alejados de las grandes ciudades y de sus problemáticas, las pequeñas parroquias y recintos del agro costeño nos hemos dejado seducir por el consumismo y la globalización, perdemos fácilmente la sensibilidad por lo valioso en nuestro entorno familiar o social, es común ver, en estos tiempos, que lo más importante para los jóvenes es obtener un teléfono de última tecnología, aunque no cuenten con internet o entiendan para qué sirven todas sus aplicaciones, eso queda en segundo plano, lo importante es que todos tus amigos vean que lo tienes. En muchas ocasiones vivimos en casas sencillas verdaderamente pobres de cañitas, pero en ellas no puede faltar el mejor TV, un buen equipo de sonido y una gran refrigeradora por lo menos para tener agua helada, así pensamos, así vivimos.
Vemos a cientos de niños y niñas asistir día a día a las escuelas y a los jóvenes al colegio, esto nos llena de optimismo, porque estamos seguros de que ellos son el futuro de nuestras poblaciones rurales, se esfuerzan por aprender y salir de la pobreza, ya que muchos de ellos provienen de familias numerosas de escasos recursos. Nuestra tarea es fundamental en el cuidado de ellos que se ven amenazados por las drogas, a las cuales tienen un fácil acceso, pero que destruyen sus sueños de ser grandes y hasta su propia identidad.
Es interesante ver cómo en la temporada invernal recién nos damos cuenta de que tenemos goteras en el techo de la casa, en ocasiones buscamos repararlas; en otras, ponemos uno o varios recipientes para recoger el agua, sufrimos y nos quejamos de esos males mientras dura el invierno, luego nos olvidamos y no hacemos nada.
Somos gente alegre, nos gusta celebrar por todo lo alto, cuando hay la posibilidad, nuestros cumpleaños, bautismo, primera comunión, confirmación o matrimonio, invitamos a todos nuestros amigos y familiares, no escatimamos esfuerzos, damos y gastamos todo para compartir, aunque eso implique después un tiempo de austeridad en nuestra familia.
Las costumbres son muy particulares porque en las fiestas populares se divierten grandes y chicos, esto fortalece nuestra identidad local, protegiéndonos y promoviendo la diversidad. En la actualidad los costeños, según el lugar en el que vivimos, la edad y otros factores, disfrutamos de muchas expresiones culturales, como Semana Santa, carnavales, fiestas patronales, y estas son diferentes según su origen.
Somos muy solidarios y compartimos el dolor ajeno por la pérdida de un familiar o amigo, lloramos su muerte, acompañamos su velatorio y participamos en su sepelio, asumimos ese dolor como propio.
En el campo la tierra se abre y recibe las semillas que brotan como hojitas temerosas. Estamos en la época de lluvias, la siembra y el agro dan esperanza y seguridad a todos los que la cultivan, porque saben que obtendrán una buena cosecha.
Lamentamos que nuestras autoridades aún no entiendan en su totalidad la frase que “Unidos somos más”, nos siguen mintiendo y no son capaces de unirse entre ellos para buscar el bien común, demasiada rivalidad no los deja pensar como equipo. Nos quieren hacer creer que debemos agradecerles de por vida la consecución de algún proyecto en beneficio de nuestras comunidades, piensan que es un favor que nos están haciendo, parece olvidárseles que fueron electos para servir y trabajar por estos pueblos.
Somos una potencia agrícola y ganadera, pero carecemos de muchos recursos, tenemos limitaciones, ayúdennos a ser mejores personas, padres, madres, hermanos e hijos. Ayúdennos a sumar en este país que día a día lucha por salir de la pobreza, nosotros los costeños también somos país.
Nos quieren hacer creer que debemos agradecerles de por vida la consecución de algún proyecto en beneficio de nuestras comunidades, piensan que es un favor que nos están haciendo, parece olvidárseles que fueron electos para servir y trabajar por estos pueblos.
*Trabajador social de la Fundación Hermano Miguel, de Laurel, parroquia del cantón Daule. (O)