Hace calor, demasiado calor. No recuerdo temperaturas similares en la última década. Estoy en Salinas, específicamente en La Milina, donde el clima debiese ser más bien benigno comparado con el resto del litoral. La lluvia nos regala lodazales intransitables; el sol gusta de la compañía del polvo y del bochorno. Pasan los años mientras la indolencia se resiste a morir, las ofertas se diluyen y la resignación sienta raíces.

Esta vez no quiero hablar del zarpazo de la Asamblea Nacional al IESS, acción desafiante, nacida no de profundos estudios y razonamientos sino del atropello de una mayoría legítimamente ilegítima. Tampoco me quiero referir a declaraciones altisonantes del presidente RCD que no concuerdan con el sentir de la población; no es la época de la vocinglería ni de la defensa de ideologías que cíclicamente despiertan esperanzas para luego encontrarse en el lugar habitual del desengaño. Tampoco me voy a referir a la inclemencia del invierno que desnuda la realidad y rompe en mil retazos el espejismo forjado por ‘el sueño ecuatoriano’ al encontrarnos con poblaciones aisladas, con ríos desbordados, con casas arrebatadas por la corriente, con arrozales y bananeras destruidas; como que el agua lava nuestra fatuidad y nos muestra lo que en realidad somos: un país todavía sujeto a las leyes de la naturaleza, dependiente de sus lluvias o sequías, de la suerte o el infortunio.

Me refiero, más bien, a un tema de la vida real: nuestras perritas. La Negrita es la decana. La Chiquita es la jefa del pelotón (alegre, veloz, coqueta, ojos verdes de colección, de un ladrido imponente). La Cuca es la recién llegada, en seis meses ha asimilado su misión bajo el mando de Chiquita. Las tres son parte de nuestra seguridad. Humanos y animales que transitan cerca reciben siempre un coro de ladridos de nombre ‘cuidado’ (cave canem).

Todos los días, a las seis de la mañana, el repartidor de la ‘prensa corrupta’ arroja el periódico por sobre la cerca viva de la casa. Hasta hace poco, Cuca esperaba la prensa y la devoraba con avidez, con pasión. Nunca vi lectora tan asidua y entretenida. Cuquita, con el paso de las semanas, ha madurado; la prensa puede ser un peligro, quizá por eso se aleja de ella; inclusive la prensa latinoamericana ‘es mala, muy mala’; ahora la teme.

La tierra no es malagradecida. Cuando se la cuida, se la riega y fertiliza entrega sus secretos. Paseo por mi propiedad. Los ajíes relucen. Tres cabezas de verde estarán de cosecha en dos o tres meses. El guineo lo degustaremos próximamente. Las lechugas vendrán más tarde, cuando baje la temperatura. Los zucchini provocan, mientras la yuca crece hasta completar sus nueve meses.

Este año cosecharemos algo más de 300 aguacates de cuatro variedades, una mejor que otra. Qué útil es la prensa. EL UNIVERSO y Expreso me han servido para acelerar el proceso de maduración. Ensayo también con El Telégrafo. Les comunicaré resultados, amigas y amigos.

“Ojalá que podamos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común” (Eduardo Galeano). (O)