Opinión internacional
Hace como dos años, la gente de Google dio a conocer una base de datos de 5,2 millones de libros publicados entre 1500 y 2008. Se puede escribir una palabra para la búsqueda en la base de datos y averiguar la frecuencia con la que se usaron distintas palabras en épocas diferentes.
La base de datos no dice cómo se usaron, solo la frecuencia con la que se utilizaron. No obstante, los resultados pueden revelar interesantes cambios culturales. Por ejemplo, alguien mecanografió la palabra “cocaína” en el buscador y encontró que era sorprendentemente común en la época victoriana. Luego bajó gradualmente durante el siglo XX, hasta cerca de 1970, cuando se disparó su uso.
Me gustaría contar una historia sobre el último medio siglo, basada en estudios realizados con este buscador. El primer elemento en ella es el individualismo en aumento. Un estudio de Jean M. Twenge, W. Keith Campbell y Brittany Gentile encontró que entre 1960 y 2000 las palabras y frases individualistas eclipsaron cada vez más a las palabras y frases comunitarias.
Es decir, en esos 48 años, palabras y frases como “personalizado”, “uno mismo”, “destacado”, “único”, “Yo voy primero” y “Yo puedo hacerlo solo”, se utilizaron con mayor frecuencia. Las comunitarias como “comunidad”, “colectivo”, “tribu”, “compartir”, “unidos”, “agruparse” y “bien común”, se desvanecieron.
El segundo elemento de la historia es la desmoralización. Un estudio de Pelin Kesebir y Selin Kesebir encontró que términos morales generales, como “virtud”, “decencia” y “conciencia” se usaron con menor frecuencia en el transcurso del siglo XX. Palabras asociadas con la excelencia moral, como “honestidad”, “paciencia” y “compasión” se utilizaron con mucha menor frecuencia.
Los Kesebir identificaron 50 palabras asociadas con la virtud moral y encontraron que 74 por ciento se usaba con menor frecuencia a medida que avanzaba el siglo. Ciertos tipos de virtudes recibieron golpes especialmente fuertes. La utilización de palabras relativas al valor, como “valentía” y “fortaleza” cayeron en 66 por ciento. El uso de palabras relacionadas a la gratitud, como “agradecimiento” y “apreciación” bajaron en 49 por ciento. La utilización de palabras de humildad, como “modestia”, cayeron en 52 por ciento; las de compasión, como “bondad” y “buena voluntad”, en 56 por ciento. Mientras que la utilización de palabras asociadas con la capacidad para cumplir, como “disciplina” y “confiabilidad” aumentaron a lo largo del siglo, al igual que el de palabras asociadas con la justicia. Los Kesebir señalan que este tipo de virtudes son de lo más relevante para la producción y el intercambio económicos.
Daniel Klein de la Universidad George Mason realizó uno de los estudios más amplios con el motor de búsqueda de Google. Encontró más evidencia de los dos elementos que mencioné. Sobre el tema de la individualización, halló que apenas si se utilizaba la palabra “preferencias” antes de más o menos 1930, pero aumentó desde entonces. Sobre el tema general de la desmoralización, encuentra un declive prolongado en el uso de términos como “fe”, “sabiduría”, “debería”, “mal” y “prudencia”, así como un incremento pronunciado en lo que se podrían llamar términos de las ciencias sociales, como “subjetividad”, “normativa”, “psicología” e “información”.
Klein agrega un tercer elemento a nuestra historia, al que denomina “gubernamentalización”. Palabras que tienen que ver con expertos han mostrado un incremento constante. Al igual que frases como “manejar al país”, “justicia económica”, “nacionalismo”, “prioridades”, “derecha” e “izquierda”. La implicación es que la política y el gobierno se han vuelto más preponderantes.
Así es que la historia que quiero contar es esta: en el último medio siglo, la sociedad se ha vuelto más individualista. A medida que se ha hecho más individualista, también se ha vuelto menos consciente moralmente, porque los tejidos sociales y morales están inextricablemente relacionados. La atomización y desmoralización de la sociedad han llevado a ciertas formas de agotamiento social, el que el gobierno ha tratado de resolver, a veces con éxito y con frecuencia sin poder hacer nada.
Esta historia, de ser cierta, debería causar malestar. Los conservadores en Estados Unidos argumentan a veces que si tan solo pudieran reducir al gobierno al tamaño que tenía, por decir, allá en los 1950, entonces Estados Unidos sería vibrante y libre otra vez. Sin embargo, la sociología y la cultura moral subyacentes simplemente ya no están allí. El gobierno pudo ser más reducido cuando el tejido social estuvo más cohesionado, pero un gobierno reducido tendrá efectos distintos y más catastróficos hoy cuando no es así.
Los liberales argumentan a veces que los problemas principales de Estados Unidos provienen de arriba: una élite que se autocontrata, los banqueros oligárquicos. Sin embargo, la evidencia indica que el individualismo y la desmoralización están generalizados en toda la sociedad, y es posible que lo estén más hasta abajo. Los liberales también hablan a veces de que si los problemas de Estados Unidos son fundamentalmente económicos, se pueden resolver políticamente, mediante la redistribución. Sin embargo, quizá la raíz del problema también sea cultural. Las tendencias sociales y morales agobian a los propuestos remedios distributivos.
La evidencia del conjunto de datos concretos como estos tiende al prejuicio de la confirmación. La gente ve patrones en los que ya cree. Quizá yo hice eso en este artículo. Sin embargo, estos cambios graduales en el lenguaje reflejan cambios tectónicos en la cultura. Escribimos menos sobre lazos y obligaciones comunitarios porque son menos centrales en nuestra vida.
© 2013 New York Times News Service.










