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Jamil Mahuad y su recorrido hacia la dolarización, un anuncio que cambió la historia del Ecuador

En el libro 'Así dolarizamos al Ecuador', el expresidente relata en detalle lo que vivió los cinco últimos meses antes del anuncio de la dolarización.

El exmandatario Jamil Mahuad enumera en su libro los múltiples factores a favor y en contra de la dolarización. Foto: Mónica Almeida

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Al entonces presidente Jamil Mahuad Witt, y a su equipo, le tomó casi cinco meses armar una mesa estable de tres patas, lo suficientemente sólida para dar el golpe de timón cambiario y anunciar la dolarización de la economía ecuatoriana, el 9 de enero de 2000. Así lo relata en su libro Cómo dolarizamos al Ecuador. Memorias de un acierto histórico en América Latina, publicado por la editorial Planeta hace algunas semanas, y del que ya se han vendido más de 3.500 ejemplares.

Tras 21 años de haber tomado la medida, Mahuad y algunos de quienes colaboraron estrechamente en el proceso revelan en la obra detalles de cómo vivieron este periodo y de la hoja de ruta hacia la dolarización.

Fueron meses caracterizados por la acumulación de información especializada, elaboración de esquemas, rondas de consultas dentro y fuera del país, negociaciones políticas, análisis de la economía y de sobresaltos por la cotización del dólar, cuya alza no daba tregua. En paralelo, Ecuador anunciaba que no podía pagar vencimientos de la deuda externa, no había acuerdos con el Congreso Nacional para aprobar el presupuesto, se declaraba inconstitucional el congelamiento de depósitos y el Fondo Monetario Internacional no concedía un crédito.

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Como “un guante vuelto al revés”, califica el expresidente la popularidad de su gobierno por aquel entonces. El congelamiento de depósitos, la crisis bancaria, la alta cotización del dólar, el aumento de los precios de los combustibles y el incremento del impuesto al valor agregado (IVA) del 10 % al 12 % habían mermado inexorablemente la admiración hacia el político, que había sido exlegislador y exalcalde de Quito por la Democracia Popular.

En diciembre de 1998, Mahuad había salido de la Plaza de Toros de Quito cargado en hombros por quienes aplaudían el acuerdo de paz con el Perú y veían con él un nuevo futuro para el país. Para septiembre de 1999, su aceptación estaba por los suelos. Quienes calificaban su gestión como “mala” llegaban al 72 % de la población en Quito y al 85 % en Guayaquil. Una encuesta realizada por el Gobierno, cita en el libro, señalaba que el 67 % apoyaba la disolución del Congreso. No era el único impopular.

Portada del libro 'Así dolarizamos al Ecuador. Memorias de un acierto histórico en América Latina', publicado por la editorial Planeta. Foto: Mónica Almeida

Una conferencia de Jeffrey Frankel, asesor económico del presidente estadounidense Bill Clinton, y un artículo de Jeffrey Sachs y Felipe Larraín, sobre las bondades y camisas de fuerza de la dolarización, ayudaron a la reflexión. Básicamente Ecuador había intentado todo lo que decían los manuales sobre política cambiaria, asegura el expresidente. En años anteriores se habían adoptado las mini y macrodevaluaciones, bandas cambiarias, tasas de cambio diferenciadas y flotación libre, pero el dólar seguía subiendo y el país estaba al borde de la hiperinflación. Para entonces, señala, una buena parte de la economía ecuatoriana estaba dolarizada.

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En su relato recuerda que conformó un equipo de trabajo integrado por el ministro de Finanzas, Alfredo Arízaga; el secretario de Desarrollo Humano, Carlos Larreátegui; el director jurídico de la Presidencia, Juan Pablo Aguilar, y el superintendente de Bancos, Jorge Guzmán, aunque este último no formaba parte del Gobierno. Cada uno con una tarea específica dependiendo de su área de especialidad.

Estaba convencido de que tenía que armar la mesa de tres patas: una técnica o económica, otra social que se traducía en la aceptación de los ecuatorianos a este nuevo sistema y la tercera, la política, los acuerdos necesarios para introducir la dolarización y mantenerla en el tiempo. No quería anunciar un globo de ensayo, sino tomar la decisión correcta y que fuera totalmente creíble, asegura en su libro.

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Mario Prado, miembro del directorio del Banco Central, fue uno de sus aliados, pues casi desde el inicio se había mostrado favorable a la dolarización. La tensión lo llevó a estar hospitalizado algunos días mientras se aceleraban las reuniones y la toma de decisión. Otros en la lista son Miguel Dávila, funcionario del BCE que entonces manejaba el intervenido Banco Popular, y quien viajó a Washington para realizar consultas sobre el plan de dolarizar la economía. Augusto de la Torre, entonces en Washington, y Alberto Dahik, en Costa Rica, también aportaron con sus criterios y conocimientos. Y el venezolano Ricardo Hausmann, economista en jefe del Banco Interamericano de Desarrollo.

Justo al regreso del viaje de Dávila a Washington hubo una nueva reunión en la que ya la decisión parecía irreversible, a pesar de la oposición del directorio y de los técnicos del Banco Central. Desde fines de 1999 se abrió una ventana de oportunidad, por el hecho de que Ecuador registraba un superávit alto en su balanza comercial. Era tan profunda la crisis económica que las importaciones habían caído dramáticamente.

Las reuniones con funcionarios del Banco Central se volvieron cada vez más ásperas pese a los intentos de Prado de convencer al directorio. El presidente del BCE, Pablo Better, insistía en la flotación del dólar, que para el 5 de enero de 2000 había alcanzado un tope de 30.000 sucres y había cerrado en 24.000. Enero de 2000 comenzó con el anuncio de un levantamiento indígena, rumores de renuncia del mandatario y hasta de golpe de Estado. Sin embargo, el gabinete de Mahuad no pensó que aquello sucedería.

Así llegó el mandatario al sábado 8 de enero, caminando por una pequeña terraza de Carondelet a las once de la mañana. “Si no consigo el apoyo político para dolarizar, ¿debo seguir de presidente? ¿Qué es lo más conveniente para el país”, se preguntaba. Entonces, relata en su libro, llegó el secretario general de la Administración Pública, Jaime Durán, para darle una buena noticia. El entonces diputado Jaime Nebot le había pedido que le avisara a Mahuad que lo apoyaría en la dolarización, que podía contar con los votos socialcristianos en el Congreso para sustituir al directorio del Banco Central y que votaría por las reformas legales para implementarla.

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Ante la pregunta de ¿por qué ahora?, Durán habría dicho: “Me dijo que había rumores de que ibas a renunciar y que sería un desastre que en este país cambiara de manos en este momento”.

La mesa de tres patas estaba lista. Al día siguiente, Carondelet se convirtió en un panal de abejas. Otra reunión para decidir la tasa de cambio de sucres a dólares, que al final quedó en 25.000 sucres. Casi con gabinete en pleno, el vicepresidente Gustavo Noboa no alcanzó a llegar para la cadena nacional, Mahuad anunciaba: “He llegado a la conclusión de que la dolarización es un sistema conveniente y necesario para el Ecuador”. (I)

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