Tensión, angustia, desesperación, rostros desencajados, otros de enojo e insatisfacción y el último de alivio, caracterizaron cuatro horas de un cónclave en el que se construyó el acuerdo ‘por la paz y la reconciliación’ que puso fin al paro nacional que impulsó el movimiento indígena por 18 días.

En el salón Santísima Trinidad de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), en Quito, los líderes de tres movimientos indígenas y el Gobierno suscribieron este 30 de junio este acuerdo, que levantó el paro indígena con una principal resolución: reducir los precios de la gasolina extra y el diésel cinco centavos más a los diez que decretó el presidente Guillermo Lasso días atrás. Es decir, una reducción de 15 centavos en total.

Asimismo se derogó el Decreto Ejecutivo 95 sobre política petrolera y se reformó el 151 para evitar que se realice explotación minera en zonas de protección ambiental, que eran las mínimas condiciones que se solicitaron para llegar a este acuerdo, en un paro que se inició con una agenda de diez puntos.

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Después de dos encuentros entre las dos partes que no tuvieron un fin positivo, la Iglesia católica intervino y se logró esta ‘paz y reconciliación’.

A las 09:30 de este jueves, la CEE convocó a una declaración de prensa para anunciar lo que sería la metodología para instalar el diálogo.

Sin embargo, estas conversaciones habían avanzado durante la madrugada y se llegó a elaborar un acta, que se convirtió en el punto neurálgico para las bases indígenas, que en un inicio la desconocieron.

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A este salón, los primeros en llegar fueron los presidentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Leonidas Iza; Gary Espinoza, de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin) y Eustaquio Tuala, del Consejo de Pueblos Evangélicos (Feine).

La delegación del gobierno de Guillermo Lasso arribó dos horas más tarde (a eso de las 11:30) y la integraban el ministro de Gobierno, Francisco Jiménez; el secretario de la Administración, Iván Correa; y el secretario jurídico de Carondelet, Fabián Pozo, quienes firmaron esta acta.

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En esta, los movimientos indígenas se comprometían a declarar el cese de las manifestaciones que iniciaron el 13 de junio y el Gobierno a atender sus pedidos, como el de los combustibles y los decretos sobre la exploración petrolera y minera.

El secretario de la CEE, monseñor David De la Torre, dio lectura a ese documento, que provocó la insatisfacción de una representación de más de 100 personas de las bases indígenas ahí presentes.

Gary Espinoza fue el dirigente que observó con criticidad estos acuerdos e incluso se rehusó a firmar el documento, hasta que sus bases se lo exigieron.

Él exigió al régimen que cumpla con la ley tributaria y firme el decreto ejecutivo que disponga la condonación de las deudas de las entidades públicas en $ 10.000 y no en $ 3.000, como lo hizo Lasso por decreto en medio del paro.

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Eustaquio Tuala recordó que en esta acta se establece un plazo de 90 días para que el Gobierno atienda sus pedidos, por lo que aspiró a que no se intente poner pretextos para no cumplir con los acuerdos.

El presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía (Confeniae), Marlon Vargas, también intervino y sorprendió a los actores cuando hizo un pedido para que se incluya en el acta: no a la criminalización de la protesta; es decir, que no se persiga a los manifestantes.

Iza aclaró que no estaban de acuerdo con la reducción de cinco centavos adicionales, que sumaron 15, a los precios de los combustibles, pues su pedido era de 40 o 35 centavos. Pero por la paz en el país, y con la intermediación de la Iglesia católica, se llegó a este punto.

Para evitar un desencuentro con sus bases, recalcó que esa acta no se construyó con el movimiento indígena, sino que la hizo la comisión garante del diálogo.

Fue entonces cuando dirigentes que estaban ahí para observarlos empezaron a gritar que “no firme”, que el “paro sigue” porque esos no eran los planteamientos que empujaron. Vilipendiaron este hecho, e Iza se contrarió, se sorprendió, les pedía calma y pidió 15 minutos para conversar con sus compañeros.

El desánimo volvió y se veían caras de preocupación. Los ministros de Estado dialogaban con tensión entre ellos, pues los indígenas gritaban que el paro no se había acabado.

Entonces, el monseñor Luis Cabrera, presidente de la Conferencia Episcopal, intervino y enfatizó molesto que fue un consenso al que se llegó con los presidentes de los colectivos sociales y el Gobierno; y, con esa base se construyó esa acta.

Los dirigentes salieron y pedían a la prensa que no los grabaran, que no los molestaran, que se apagaran las cámaras.

Poco menos de media hora tomó este receso y los líderes de los tres movimientos retornaron a la mesa de negociación.

Una silla vacía volvió a preocupar. Era la de Gary Espinoza, que se incorporó minutos después, y en cuyo rostro se notaba su insatisfacción, porque no constaba la condonación de las deudas y que por lo menos no se suban los precios de los derivados del petróleo en cinco años.

Se revisaba el acta y se pidió que se le hicieran cambios. Más preocupación.

Unos diez minutos después, el acta estaba lista. Monseñor De la Torre la llevaba a cada dirigente para su firma. Pero esto ocurrió solo con el permiso de las bases.

Leonidas Iza, quien mostró una actitud conciliadora, explicó que en sus organizaciones las decisiones se toman con la autorización de la estructura organizativa.

Insistió en que esta acta no se hizo de forma oculta, sino que la elaboró la comisión del diálogo. Además, aunque no se cumplen en un 100 % sus exigencias, es un “triunfo” de la lucha de sus pueblos.

Entonces pidió a sus compañeros que levanten las manos los que estaban de acuerdo con que firmara el acta y lo respaldaron.

Lo mismo hizo Tuala, cuyas bases lo apoyaron al igual que a Espinoza.

Pero cuando De la Torre llevó el documento a Espinoza para que lo firme, este se negó.

Molesto, lo hojeó una y otra vez y le devolvió la pluma. De la Torre regresó a su silla y los ministros y dirigentes indígenas se levantaron de sus sillas, le enseñaban el acta, intentaban hablar con él. Pero se rehusó.

Iza se le acercó buscando conocer por qué no quería firmar. Tomó el micrófono y lamentó que los movimientos han hecho un esfuerzo para mantener la unidad en medio de este conflicto social, y que si la Fenocin no quiere firmar “que deje en vacío”.

De repente, se levantó de su silla un dirigente de la Fenocin y exclamó que la decisión de las bases era apoyar la firma del acta. “Ya va a firmar, ya va a firmar”, dijo el líder indígena y Espinoza puso su rúbrica.

Eran las 14:32 de este 30 de junio cuando estaban las firmas de los tres líderes indígenas y del Gobierno en esta acta de la paz.

Iza, Tuala y Espinoza empuñaron las manos, para celebrar este momento en el que se dio la orden de que las bases vuelvan a sus comunidades y suspendan las paralizaciones. Jiménez levantó el acta como un triunfo.

Una cosa que dejaron claro es que “no se vendieron al Gobierno”, zanjó Tuala.

Su declaración fue una de las últimas en este evento, pues las bases le reclamaban por mensajes de texto de que se “vendió” al Gobierno. ”No, no es así. Es por la paz nacional y por la cordura”, manifestó Tuala, tras 18 días de un paro nacional. (I)