El país más pobre de la región, de 11 millones de habitantes, no encuentra el camino para mejorar sus condiciones debido a diversas causas, incluyendo los desastres naturales y las crisis políticas. En general, se lo considera un Estado fallido.

Este lunes se cumplen seis meses del último terremoto que azotó este país ubicado en la isla la Española (que comparte con República Dominicana), que fue de 7,2 de magnitud y dejó 2.200 muertes y casi 13.000 heridos. Además de dejar gran destrucción en zonas rurales.

De acuerdo con un informe de la ONU, las infraestructuras clave del país se deterioraron más, y 137.000 casas, 95 hospitales y centros de salud, carreteras, 1.250 escuelas también fueron destruidos, complicando más el sistema educativo y dejando 300.000 estudiantes con mayores complicaciones para volver a las aulas.

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El Gobierno indicó, en un foro de hace unos días, que se necesitan 2.000 millones de dólares para reparar los daños del terremoto. Más de la mitad de ese valor se destinaría a la reconstrucción o rehabilitación de viviendas, 400 millones a educación, 40 para servicios sanitarios y al menos 55 para iniciativas de seguridad alimentaria. Además de lo que se necesitaría para otro programas en el área de la agricultura, el comercio y la industria.

“El plan de recuperación incluye a todas las regiones que se vieron afectadas directa e indirectamente por el terremoto”, mencionó el primer ministro, Ariel Henry.

“Debemos ser conscientes de que la falta de inversiones adecuadas y a tiempo en la reconstrucción del país empujará inevitablemente a las poblaciones más vulnerables, sin capacidad para mantener sus medios de subsistencia, a buscar salidas a la desesperada para sobrevivir”, dijo, en tanto, la vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohammed, en la misma cita.

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Los políticos no ayudan

El terremoto de 2021 llegó poco después del magnicidio del presidente Jovenel Moïse (el 7 de julio de 2021), que representó otro retroceso en un país marcado por múltiples crisis de carácter económico, político, de seguridad, humanitario y de desarrollo.

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De acuerdo con Antonio Sola, consultor que trabajó en Haití desde el terremoto de 2010 -que causó un daño sin precedentes en el país y provocó más de 220.000 muertos- y fue hasta el asesinato de Moïse uno de sus asesores y lo consideraba un “hermano y amigo”, en los últimos diez años se ha profundizado su crisis política e institucional y “es un Estado fallido dominado por la narcopolítica”.

“El crimen organizado y la delincuencia en torno al narcotráfico y a la política fueron los que terminaron matando al presidente Moïse y no ha permitido que se levante el Estado haitiano. Más allá de la crisis económica y la convulsión social, que son muy profundas y muy fuertes”, opina Sola, quien actualmente trabaja con la diáspora haitiana en Estados Unidos.

En la primera mitad del siglo pasado Haití era un país más desarrollado que República Dominicana y entró en barrena desde la dictadura de la familia Duvalier (desde los 50 hasta los 80).

Además el fracaso de la comunidad internacional en sus intentos de ayudar al país tras el terremoto volvió a asumir al país en una crisis muy profunda, especialmente cuando las fuerzas de paz, que habían logrado poner cierto orden, salieron -no sin ser acusadas de cometer abusos-.

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“(Lo que pasó en Haití) tiene que llevarnos a replantear cómo funcionan las organizaciones multilaterales como la ONU, la OEA, los derechos humanos... la situación de los gobiernos de República Dominicana y Estados Unidos y otros de Centroamérica y el Caribe, ven con mucha preocupación la inestabilidad que tiene Haití... yo lo que creo es que tenemos que replantearnos la forma en que nos ayudamos como países porque todos tienen problemas y debemos pensar que solos no podemos salir adelante”, apunta Sola, quien agrega que hay que tomar acción especialmente en la grieta económica, pues en Haití el 80-85% vive en condiciones de miseria.

Actualmente los haitianos siguen esperando por unas elecciones presidenciales que no llegan. Algo que va en contra del intento de darle un poco de institucionalidad y dejar a un lado las autoridades de transición.

El analista Esteban Santos comenta que se podría hablar de los problemas de Haití desde el origen de su independencia, pero que actualmente una veintena de familias controlan el país. Además de que hay muchas especulaciones sobre el asesinato de Moïse y es justamente por la falta de espacio de poder que se entregaron a estas, a lo que se suma un problema demasiado grande de trata de personas, tráfico de estupefacientes por carteles que también dominan espacios de poder.

“Para mí, primero hay que hablar de cómo generar una identidad país que en este momento no existe, y una mínima institucionalidad... no existe una cultura democrática, de respeto a la institucionalidad, y como no tienes aparte algo que te identifique como haitiano más que la pobreza y otros hechos negativos, le veo extremadamente difícil el poder hablar de una reconstrucción como tal”, apunta Santos, quien añade que se requiere de la ayuda internacional y una cooperación eficiente, pero se requerirá aún más resolver el “elefante blanco de la mesa”, que es el tener que negociar con mafias enquistadas que se han dividido el país como sus parcelas. (I)