Un testimonio emotivo, increíble y hasta cómico resume el tránsito de Jaime Darío Espeleta Herrera del cielo a la tierra. El hombre estuvo tres meses en estado de coma y al despertar aseguró que tuvo una experiencia espiritual sin precedentes, al menos para él.
Espeleta es colombiano, guajiro y reside en Bogotá desde hace 22 años. Es casado y tiene cuatro hijos de 14, 12 y 5 años, además de un perro llamado “Lulú”, según contó a NoticiasRCN.
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Su relató comienza en octubre de 2020, cuando fue de visita a Estados Unidos para encontrarse con su cuñada y esposo, quienes están radicados en ese país. El 3 de enero del 2021 su concuñado lo invitó a la frontera con México a disfrutar, comer y tomarse unos tequilas.
A las 2:00 de la mañana se sentía completamente ebrio, así que se fue a descansar. Con el paso de las horas su condición empeoró, tenía como “resaca”, por lo que decidió pasar el día en casa mientras que su familia salió de compras. Eso es lo último que recuerda.
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Un tumor cerebral lo llevó a un estado de coma
A través de una llamada telefónica ese mismo día su esposa verificó que estaba peor y hablaba incoherencias. Llamaron a la ambulancia y lo llevaron a la clínica más cercana.
El primer diagnóstico fue covid-19 y un aparente derrame cerebral. Pero luego de varios exámenes más profundos detectaron que Espeleta tenía un tumor en la glándula pituitaria en el cerebro.
Lo operaron de emergencia y solo pudieron extraer medio tumor por los nervios que comprometía. Al terminar la intervención quirúrgica entró en coma y los médicos no pudieron reanimarlo.
Mientras, Andrea Villada, esposa de Espeleta se unió a grupos de oración. También hacía videollamadas a familiares y amigos cercanos para que le hablaran a su esposo y así estimular sus sentidos. Además, le ponía su música favorita: vallenatos de antaño, salsa y merengue dominicano. Nada funcionaba.
Asegura que estuvo en el cielo y regresó
Tres meses después Espeleta “resucitó mientras escuchaba un vallenato” y tras reanimarse un poco, contó la increíble vivencia espiritual que tuvo en lo que él llama el “jardín soñado”.
‘’Estaba durmiendo, me elevé y vi el desprendimiento del espíritu de mi cuerpo. Miré hacia abajo y vi a los médicos tomándome la presión y me asusté. Corrí de la habitación y al recorrer la clínica vi a otros espíritus”, relató.
Espoleta relató que llegó al túnel con sentimientos encontrados. “No tenía miedo donde estaba, tenía incertidumbre, confusión (…) Estaba en el túnel y no pude pasar el jardín, pero sí alcancé a ver que había frutas, verduras, flores, arbustos, árboles, el sol era brillante pero no quemaba. Un jardín soñado’'.
Según el hombre, el túnel era oscuro, largo. “Yo estaba desesperado y hubo un momento en que me senté a llorar y a pedirle a Dios que me sacara de ahí”. Entonces comenzó a correr hacia una luz que era el final del túnel.
Estuvo en el cielo pero su madre no lo dejó entrar
Al llegar vio mucha gente vestida de blanco y se reencontró con familiares y amigos. Cuando de repente se encontró con su madre. “Mi mamá se atravesó y no me dejó pasar al jardín. Me dijo: ¿tú que haces aquí? ¡No es tu momento!”.
Espeleta confiesa que se asintió perdido. “Mi mamá trataba de conducirme porque yo no sabía cómo regresar. Empecé a escuchar de lejos una canción vallenata y aceleré el paso’', relató.
Camino de regreso Jaime se encontró con su padre, Benjamín Espeleta en el jardín y lo invitó a sentarse para conversar. En eso estaban cuando escuchó de nuevo la voz de su madre: “¡Jaime Darío! ¿qué haces aquí nuevamente? Voy a acompañarte mucho más lejos”.
Así relata como su madre lo guió para regresar del cielo a la tierra. Tras andar un trecho, finalmente se despidieron y su mamá le dejó un mensaje: ‘’Cuida mucho a tus tres hijos, valora a tu esposa y no te olvides de tu hermano’'.
Al despertar Espeleta se sintió 20 años más joven y todos sus recuerdos habían desaparecido. No recordaba ni a su esposa ni a sus hijos, fue su perro ‘’Lulú'’ y las conversaciones con la familia, lo que le ayudó a recordar poco a poco.
Espeleta estuvo en terapias, recuperó la vista en su ojo derecho y la movilidad. “A la muerte no hay que tenerle miedo, a menos que te hayas portado mal en la vida”, concluyó.
(I)
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