“Se metieron delincuentes”, “llamen a la Policía” son las frases que el periodista Stalin Baquerizo recuerda que escuchó cuando cerca de las dos de la tarde un grupo de hombres armados ingresó a TC Televisión, en plena zona comercial en el norte de Guayaquil.

Una gran parte de los trabajadores creyó que se trataba de un robo a mano armada, pero desde su instinto periodístico, tras once años de ejercer de los 46 que tiene, supuso que no era así.

Stalin, quien se inició como actor cómico y comediante para luego ejercer el periodismo, corrió como todos por el pasillo central del canal. Unos se encerraron en los tres estudios, otros se dirigieron a los baños de uso general o fueron a los pisos superiores.

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Él decidió esconderse en un baño privado que está dentro de una oficina junto a la redacción y al estudio donde los hombres obligaron a transmitir desde el set principal de noticias, en medio de amenazas y apuntando a los rehenes con armas largas y mostrando bombas.

“Por la gracia de Dios nunca entraron allí, un compañero me siguió. Estuvimos alrededor de una hora escuchando los gritos de ‘no disparen’, ‘auxilio’, ‘por favor, que no entre la policía’, mientras ellos decían ‘quédense tranquilos, si cooperan no les va a pasar nada’”.

Somos los Tiguerones”, “¿dónde está Caterva? (que es como se conoce al periodista Mauricio Arroyo, quien presenta la crónica roja del canal por las mañanas)”, escuchó que decían algunos de los hombres armados.

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Stalin cuenta que los rehenes les decían que él no se encontraba en el canal. “Una compañera me dijo que como Caterva no estaba, empezaron a preguntar por mí: ‘¿Dónde está Stalin Baquerizo?’”.

La hipótesis del periodista es que querían a alguien conocido para secuestrarlo. Estuvo a poco de encerrarse en uno de los tres estudios como la mayoría hizo, pero decidió desviarse y no ir donde iban todos.

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Fue una decisión que lo alejó de una u otra manera de los hombres que irrumpieron en el canal, ya que nunca tuvo contacto con ellos al encerrarse en el baño, donde nunca entraron: “Como ya estamos programados como periodistas, se procesa rápido lo que sucede, por eso mi reacción de irme a una dirección opuesta de la que iban todos”.

La fuga de alias Fito, José Adolfo M. y de otros detenidos que se escaparon de la cárcel eran las noticias que Stalin justamente estaba reportando estos días.

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Los que ingresaron eran alrededor de veinte personas que tenían armas, explosivos y machetes, por lo que los trabajadores del canal presumen que hubo unos que se escaparon.

Los rehenes estaban distribuidos en tres estudios, pero solo de uno hicieron la transmisión. Todos quedan en la planta baja del canal, afirma Baquerizo, quien tiene tres hijos: dos adolescentes y una niña de 3 años.

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En ellos, en su esposa y en su familia, pensaba durante el encierro de casi una hora en aquel baño, a oscuras y con el temor de que los descubran, lo que no ocurrió.

“Nos pusimos en oración con mi compañero. Soy el único sustento en mi hogar, entonces me preocupaba abandonarlos. Al inicio lo que hice fue avisar en el grupo de WhatsApp de la familia dónde me encontraba, que me había escondido y estaba bien, pero después apagué el celular ya que me empezaron a llamar y la luz del celular me podía delatar si ingresaban”.

Por inercia, desde el baño Stalin empezó a narrar lo que él creía que estaba sucediendo. Con quien estaba le preguntaba qué buscan los que entraron: “Entonces le decía que querían rehenes, van a querer salir al aire en vivo para amedrentar, quieren darle un mensaje al país, y todo eso finalmente estaba pasando afuera”.

La capacitación que ha tenido junto con otros profesionales del canal de parte de periodistas colombianos y mexicanos que han estado expuestos a la violencia que generan los grupos de delincuencia organizada (GDO) le ayudó a enfrentar la situación, explica Baquerizo.

“En uno de estos talleres preguntamos a uno de los capacitadores en qué momento se encontraba Ecuador y respondió: ‘La verdad no sé por qué todavía no han secuestrado o asesinado a periodistas’”.

Es una respuesta que martilla la cabeza de Stalin. Aunque la peor parte la vivieron los que sí tuvieron contacto con los delincuentes, a los que apuntaron con armas, amenazaron o les pusieron bombas.

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Los escuchaba cómo estaban planeando enfrentarse a la Policía. Decían: ‘Si me subo al techo nadie me va a encontrar (andamiaje que sostiene las luces y el cableado), pero lo primero que tenemos que hacer es darles bala, vamos a enfrentarnos a esos h...”.

Fueron momentos duros. “A una compañera la manosearon, le hicieron cosas terribles. Al periodista José Luis Calderón lo sacaron de los baños de la redacción de uso general y lo llevaron al estudio desde donde estaban transmitiendo en vivo para que hable ante las cámaras (como ocurrió)”.

A unos les hicieron transmitir desde las redes sociales de los trabajadores sometidos, sobre todo los que estaban cautivos en los otros dos estudios.

Tras una hora de permanecer en el baño y escuchar a los militares que revisaban las instalaciones, Stalin decidió salir de su escondite, luego del compañero con el que estaba.

Cuando llegó a su casa hizo un selfi (autoretrato), que subió a su estado de WhatsApp para calmar la avalancha de mensajes que recibió preguntando cómo se encontraba. (I)