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Luego de once años la foto de Camilo, el hijo de Clelia Abril, está pegada en la ventana de su casa para que si él aparece pueda reconocerla tras una remodelación

Historias de desaparecidos: la hija mayor de Camilo Tobar está por casarse y anhela que él la lleve del brazo.

Carlos Tobar es uno de los que tiene el estatus de persona desaparecida en Ecuador. Foto: CORTESÍA

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A sus 91 años de edad Clelia Abril no pierde la esperanza de que su hijo Camilo Tobar, el último de cuatro hermanos, regrese a su hogar tras casi once años de que fue reportado como persona desaparecida, en abril del 2012. Ella le deja indicios, sobre todo desde que remodelaron la casa en la que ambos vivían.

Una de las señales es la foto de Camilo, quien tenía 51 años cuando desapareció, pegada a una de las ventanas de la fachada de la casa, ubicada en el norte de Quito, con vista al exterior.

Clelia tiene la convicción de que retornará y no quiere que Camilo vuelva a perder el camino o desconozca la fachada.

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La última vez que lo vio fue la mañana del 17 de abril de 2012 cuando salía de esa misma vivienda hacia su trabajo que consistía en la distribución de panes en los restaurantes de la parroquia rural Cumbayá.

Sus compañeros de trabajo dijeron que ese día cumplió sus labores con normalidad, pero nunca más se lo ha vuelto a ver. Camilo dejó a dos hijas, estaba separado y tenía una nueva pareja con la que no vivían juntos, cuenta Pilar Tobar, su hermana.

Clelia Abril sostiene una foto gigante de su hijo en uno de los plantones para reclamar al Estado una respuesta sobre las personas desaparecidas. Foto: CORTESÍA

Desde la desaparición sus familiares tuvieron contacto con cuatro personas, quienes contaron que Camilo fue a una reunión con amigos tras terminar su trabajo aquella tarde del 17 de abril. “Nos dijeron que estuvo tomando y que empezó una discusión por pendejadas, así nos dijeron, con uno de los que estaban allí. Luego este le propinó un palazo a mi hermano y lo mató”, afirma Pilar.

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El problema es que el relato de estos supuestos testigos terminó allí. Ninguno quiso dar detalles de lo que pasó con el cuerpo. “Lo raro es que después de que nos contactaron tres de estas personas fallecieron. Fueron encontrados en la calle, dijeron que fue por causa natural, paro cardiaco y respiratorio”.

En la investigación del caso han pasado quince fiscales y un número igual de policías encargados. Por tres ocasiones se quiso cerrar el proceso, pero ya no se puede desde enero del 2020 cuando entró en vigencia la Ley Orgánica de Actuación en Casos de Personas Desaparecidas y Extraviadas, que establece que estos casos no prescriben.

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Pilar se reunió con el ahora expresidente de la República Rafael Correa y el que era su ministro del Interior José Serrano, en el marco de los seguimientos por los desaparecidos, al igual que el resto de personas que comparten su situación. “Un día nos dijeron que nos contarían de forma privada lo que pasó, pero hasta ahora nada. Al menos queremos saber dónde están sus huesos para darles cristiana sepultura si en realidad lo mataron, pero no tenemos certeza de nada. Sabemos que quien lo habría matado es una persona influyente con nexos”, se lamenta Pilar.

Una de las fiscales, a cuatro horas de que acogió el caso, llegó a la conclusión de que Camilo se había ido de forma voluntaria y que estaba fuera del país. “Lo dijo como si hubiera hablado con él, pero no, solo lo infirió tras leer el proceso”, afirma Pilar.

Natalia, de 33 años, y Camila, de 30, son las hijas de Camilo. La primera está por casarse y la segunda ya pisó el altar sin que su padre la lleve del brazo.

La búsqueda de respuestas continúa para sus familiares. En la investigación se detuvo en 2014 a un individuo que estaría involucrado en la desaparición. El detenido fue acusado de vender drogas y en su celular registraba llamadas al teléfono de Camilo. “Pero él se acogió al silencio y lo dejaron en libertad”, dice Pilar. (I)

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Camilo Tobar con sus dos hijas y su madre Clelia. Foto: CORTESÍA

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