“No quiero que ni el peor de mis enemigos sufra lo que estoy sufriendo, todos los días me levanto preguntándome por qué mataron a mis dos hijas hermosas (Nathaly Gracia de 21 años y Jennifer Gracia de 26 años), no entiendo si eran muchachas que no se metían con nadie, lo único que querían en la vida era progresar”, asegura Mercedes Chumo, madre de las dos mujeres asesinadas en Quinindé, en la provincia de Esmeraldas.

El hecho ocurrió la tarde del 19 de enero pasado cuando Mercedes regresaba a su hogar caminando en compañía de sus dos hijas y la bebé de una de ellas en el barrio Nuevos Horizontes, en el sector conocido como Nuevo Quinindé, habitado principalmente por población migrante que llega a este cantón en busca de empleo.

Iban entusiasmadas porque en casa les esperaba un plato de ‘encocao de chancho ahumado’, esa sazón de madre que los hijos añoran. “Les dije, bueno, vamos a mi casa, comen y se van enseguida”, recuerda Mercedes, de 43 años.

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De repente, dos hombres sobre una moto se atravesaron de frente en su camino. El que iba detrás sacó un arma y disparó a Jennifer. Ella murió de inmediato al recibir dos disparos que le perforaron la cabeza.

Luego quien manejaba la moto gritó que ella no era a la que debía matar, que era la otra. Entonces el hombre persiguió a Nathaly que corría con la bebé de ocho meses en sus brazos. Ambas cayeron ante los disparos. Nathaly falleció tres días después por las heridas y a la bebé le rozó una bala.

Mercedes se abalanzó contra el asesino y lo agarró de la camisa. Cuenta que le cayó a golpes mientras le gritaba: “maldito cobarde, ¿por qué a mis hijas?, mátame a mí, yo lo conocía (al asesino), llegaba al barrio donde vivía”, pero el hombre la empujó y la hirió con un disparo que le rozó la garganta, y huyó del lugar.

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La familia señala a los alias ‘Pecueca’ y ‘Caballote’ como los dos que iban en la moto aquel día.

El doble crimen se dio tras varias amenazas: “que matarían primero a mis hijas y que a mí me dejarían viva para que sufra”, relata Mercedes.

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La Policía informó en su momento que estas muertes violentas corresponden a la disputa del territorio por la venta de drogas (microtráfico).

Mercedes asegura que las cosas no son tan así. Que la droga sí está detrás del doble crimen y de los intentos de asesinarla, pero es porque ella no quiere dejar que ingresen a venderla en el barrio La Aldea, donde ella regresó a vivir.

El caso fue denunciado formalmente un día después de la sepultura de Jennifer y Nathaly, cuenta Mercedes. “Vi con mis propios ojos a los asesinos, los denuncié, pero no entiendo, recién este mes me llamaron de la PJ (Policía Judicial) para tener un careo con el que manejaba la moto. Fui pero nunca llegó y se suspendió la audiencia”.

Al duelo por sus dos hijas fallecidas se suma el encarcelamiento de uno de sus hijos Anthony (19 años), detenido el 4 de mayo pasado acusado de robo y asesinato. Esto es lo que Mercedes cuenta: “le pregunté y me dijo ‘mami, estaba pasado de droga’ y que se llevó esa moto y se fue a vagar. Después dijeron que habían matado a alguien en esa moto, pero él dice que no ha sido”.

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En 2019 la Fiscalía pidió la vinculación de la madre de las fallecidas en un caso de tráfico ilícito de drogas, pero la Unidad Judicial Multicompetente Penal del cantón Quinindé rechazó el pedido argumentando que habían pasado los 90 días de la instrucción fiscal, según consta en el resumen del proceso publicado en el sitio web de la Función Judicial. No se registran o este Diario no detectó en el sistema judicial sentencias condenatorias contra ella.

Angie Gracia, de 24 años y, también parte de esta familia prefiere no ahondar en las motivaciones que llevaron al homicidio de sus hermanas. Cuenta que había hablado con las fallecidas cinco minutos antes de que ocurriera el hecho. “Me dijeron que me amaban, que me querían y que cuide a sus hijas si les pasaba algo”.

Luego recibió el llamado de un conocido que le dijo del asesinato. “No lo creía porque recién había hablado con ellas, estos últimos siete meses han sido de terror, quieren matar a toda mi familia”, acota.

Desde enero hasta el 17 de agosto pasado se reportan 2.593 homicidios intencionales en Ecuador. En Esmeraldas se registraron 303 de estos, es decir, hay 46 por cada cien mil habitantes de esa provincia del norte, por lo que es la que tiene la mayor tasa de muertes violentas del país, por delante de Guayas, que es la segunda (25 por cada cien mil habitantes).

La familia de las dos fallecidas ha identificado al supuesto responsable de sus muertes, quien publica fotos en sus redes sociales con armas y licor. Foto: CORTESÍA

Familia señala al primo de las asesinadas como el autor intelectual

El origen del enfrentamiento está claro para Mercedes. “El corazón se me parte cuando pienso que mi sobrino Javier, a quien crie como hijo, está involucrado en la muerte de mis hijas por algo insignificante como vender drogas”.

Para explicarlo hay que remontarse hace 27 años cuando la hermana de ella quedó presa por matar a su conviviente y después murió dejando en la orfandad a sus tres hijos.

El mayor de ellos, Javier (ahora de 30 años de edad) fue acogido y criado por Mercedes en la que era su casa en ese entonces ubicada en el sector de La Aldea, en Quinindé (Esmeraldas).

Javier vivió con Mercedes desde que tenía tres años de edad y creció junto a sus primos (las asesinadas Nathaly y Jennifer, Anthony, Yeliver, Angie y Mía).

Pero luego Mercedes se divorció y se fue a vivir con su nueva pareja en el sector conocido como Nuevo Quinindé con la menor de sus hijas Mía, que hoy tiene 13 años de edad.

Javier quedó en el barrio La Aldea con dos de sus primos, Anthony y Yeliver, hijos propios de Mercedes. Las otras dos hijas, ahora fallecidas, ya tenían su compromiso y habían armado su propio hogar al igual que Angie.

“Al pasar el tiempo lo veía raro a Javier”, cuenta su tía y madre de crianza. Luego los vecinos empezaron a decirle a Mercedes que se diera una vuelta por el barrio donde ella vivía.

-¿Meche, has ido a tu casa en el barrio La Aldea?

No, tengo como dos meses que no he ido, por qué, les respondía ella.

-Deberías ir al menos por cinco minutos, le dijeron.

Cuando Mercedes fue se encontró con que su casa mixta se había convertido en un centro de expendio de drogas y su sobrino huérfano, al que había criado como un hijo, era parte de una organización delictiva. “Se había hecho de la banda de los Tiguerones y la casa era un fumadero. Lo peor es que uno de mis dos hijos (Anthony), de los que se quedaron con él, se había vuelto adicto, entonces me los llevé”, expresa Mercedes.

Javier, cuenta su tía, quería que le permita seguir con el acopio y venta de drogas con la ayuda de sus dos primos, hijos de Mercedes.

Lo más grave se dio después cuando Javier huía de la policía que lo perseguía. Él ingresó con su moto a la casa de Mercedes, en Nuevo Quinindé, y se tiró por un barranco para evitar ser detenido.

“Yo les dije mi sub, haga lo que tenga que hacer, no quiero problemas con la policía, él se metió aquí”, afirma Mercedes que les dijo, entonces los uniformados incautaron la moto en la que Javier escapó antes de tirarse al barranco.

Esto ocasionó la ira del perseguido, quien llamó y amenazó a Mercedes al día siguiente. ”Te voy a matar a ti y a tu familia, que me iba a matar porque no dejaba que mis hijos lo ayudaran en el negocio de la droga”, me decía.

Y la tarde del 19 de enero pasado las dispararon. “Mi hija Nathaly me dijo que Calú (a quién también acusan de ser parte de la banda) la había amenazado con matarla y me mostró las fotos de ellos con armas que le habían pasado a su WhatsApp. Yo le dije que esos chicos estaban locos”, cuenta Mercedes, quien ha identificado al asesino de sus hijas ante la Policía y la Fiscalía y retornó a vivir a su casa en La Aldea.

“No tienen hora para venir a meter plomo”, dice madre de las asesinadas, que ha sufrido varios atentados

Los atentados incluyen disparos contra la casa de Mercedes y sus familiares desde el exterior. Las víctimas de esta persecución pasan alertas, cuentan, apenas ven la llegada de hombres armados en motos ingresan al domicilio.

El motivo de la persecución es que la organización delictiva de los Tiguerones quiere ingresar a vender drogas en el barrio de La Aldea. “Mi sobrino Javier se hizo de esa banda y quiere este territorio porque el único barrio que no han cogido para vender drogas es este. Yo les he dicho que me van a matar, pero aquí no voy a permitir a nadie que ponga desorden. Ellos dicen que acá hay más movimiento porque es más céntrico, lo que no saben es que me hicieron más fuerte tras la muerte de mis dos chiquitas. Antes era débil porque me daba miedo que le hicieran algo a ellas, pero no me sirvió de nada, igual las mataron“, manifiesta Mercedes.

Seguidamente reconoce que tiene custodia de hombres armados desde que mataron a sus dos hijas. “La policía no me da seguridad. Incluso vienen y se llevan las barricadas que coloco para evitar que los de esa banda ingresen al barrio. Entonces me dan seguridad unos amiguitos por allí que me enviaron a unos chicos armados para que me cuiden. Ellos custodian el ingreso a mi casa, por eso es que no entran a matarnos y solo disparan desde afuera. De noche, o de día, no tienen hora para venir a meter plomo”, afirma la mujer.

El propio Javier ha llamado a Mercedes últimamente. “Me ha dicho, vea, mami -porque me dice mami-, deje el visaje, de oponerse, usted sabe que queremos este sector. Le respondí que nunca le hizo falta nada, que todas las noches le daba un beso, que lo traté mejor que a mis hijos, que por qué me hacía esto. Nunca le pegué, creo que eso me hizo falta”.

Tras la muerte de Jennifer y Nathaly no se ha dado la detención de los supuestos responsables. La familia de las fallecidas indica que los citan a audiencia, pero que no se presentan, por lo que el caso sigue en la impunidad.

Angie dice ser testigo de los distintos atentados que enfrenta su familia por lo que le preocupa que la Policía retire las barricadas que colocan para evitar los enfrentamientos a bala en el barrio La Aldea.

“Mi mamá tuvo resguardo el día de la mortuoria (sepultura) y luego con la muerte de mi otra hermana (Nathaly), de ahí ya no, entonces hay que buscar cómo protegerse”, dice pese a que es ilegal el bloqueo de vías.

“No hay otra escapatoria que cerrar las tres vías de acceso al barrio La Aldea, donde vive mi mamá, es bien peligroso”, indica Angie.

Jennifer, de 26 años, dejó en la orfandad a la bebé de ocho meses y a una de cinco años de edad. Nathaly, de 20 años, a uno de dos años. En medio de esta disputa también hay habitantes, del barrio, temerosos de hablar del tema puntual, pero advierten la presencia de bandas delictivas fuera de una grabadora o micrófonos de medios de comunicación. (I)