Las industrias levantadas alrededor del cuidado y nutrición de nuestras mascotas tienen un efecto en el medioambiente. Los alimentos comerciales secos, por ejemplo, contienen proteína animal de res, pescado, pollo, entre otras, que requieren de cadenas de transporte y empaque que liberan gases de efecto invernadero (GEI), como dióxido de carbono, óxido nitroso y metano.

Según los resultados del nuevo censo poblacional realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, 4,1 millones de hogares a nivel nacional reportaron tener al menos una mascota, y cuatro de cada diez hogares con niños menores de 12 años tienen perros o gatos.

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Tras comer, naturalmente, los animales producen heces, que también tienen efectos ambientales adversos.

Más de 4 millones de hogares en Ecuador tienen al menos una mascota

Los GEI juegan un papel importante para mantener la temperatura mundial a niveles aptos para la vida, pero su sobreconcentración, producto de actividades humanas, causa aumentos de temperatura.

Así, la industria de la comida comercial para mascotas se ha vuelto una fuente importante de emisiones de GEI, contribuyendo al cambio climático antropogénico (originado por los hombres).

El estudio llamado La huella ecológica de los perros y gatos de compañía, efectuado por los investigadores Cristian Sáenz de Viteri y Pablo Torres, ambos docentes de la Universidad de Guayaquil, buscó medir tanto las emisiones de GEI derivadas de la consunción de comida comercial de perros y gatos domésticos en los distritos 1 (sur), 2 (centro) y 3 (norte) de Guayaquil como la huella ecológica animal (HEA) producto de sus dietas.

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La HEA es una medida derivada del concepto de huella ecológica frecuentemente utilizado para medir cuántas hectáreas (ha) de tierra y agua requiere una población para el ritmo de consumo que actualmente llevan. Para su estudio, Sáenz de Viteri y Torres tomaron como base alimentos secos elaborados a base de cereales y pollo, por lo cual la HEA mide tierra cultivable y de pastoreo.

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Utilizando datos de la Unidad de Bienestar Animal del Municipio de Guayaquil, la investigación publicada en diciembre pasado calculó que la HEA de un perro de tamaño medio (de 10 a 20 kilogramos) del distrito 1 (la zona estudiada con la población más numerosa de perros) oscila entre 0,82 y 4,19 ha anuales.

Para un gato de contextura media (de 2 a 6 kilogramos), en cambio, esta cifra está entre 0,36 y 0,63 ha por año. En total, sumando a los gatos, las mascotas del distrito 1 tendrían una HEA de 43.000 a 151.000 ha por año. Por consiguiente, se estimó que las emisiones de GEI resultantes de este consumo de comida comercial seca en el distrito 1 están entre las 16.700 y 57.400 toneladas por año.

Así, la HEA de un perro mediano a través de su vida en el distrito 1 de Guayaquil oscilaría entre las 10 y 50 ha, emitiendo entre 3.000 y 19.000 toneladas de GEI como resultado de sus dietas. Los gatos, en cambio, requerirían entre 5 y 9 ha de tierra durante sus vidas, y emitirían entre 1.974 y 3.318 toneladas de GEI.

Los resultados del distrito 3 resaltan en comparación con el distrito 2, a pesar de tener una cantidad menor de canes, reportó niveles de HEA y emisiones de GEI per cápita similares al distrito 1, el más numeroso.

El estudio consideró 1.800 perros en el distrito 3 y 10.350 en el distrito 2. Un perro de tamaño mediano requeriría de 0,90 a 3,66 ha anuales para su consumo, y emitiría entre 0.349 y 1.424 toneladas de emisiones de GEI. Un can en el distrito 2, en cambio, necesitaría de 0,33 a 2,19 ha por año, y causarían entre 0,127 y 0,831 toneladas de GEI.

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El estudio concluyó que la mayoría de perros y gatos en los tres distritos analizados consume más energía de la que en realidad necesita, elevando innecesariamente su HEA y las emisiones de GEI, afectando al medioambiente. Sáenz de Viteri y Torres adjudican esto en parte a la necesidad de que la industria de alimentos comerciales para mascotas implemente medidas más sostenibles en sus procesos, además de recomendar a dueños de animales que exploren la posibilidad de adquirir comida elaborada a partir de proteínas aparte de la de res.

La cantidad de heces evacuadas por las mascotas también contribuye a emisiones de GEI. “Individualmente es un impacto mínimo, pero calculándolo por distrito ya es algo más serio (...). Cuando los perros y gatos comen comidas industrializadas y procesadas que se venden en supermercados existe un mayor impacto en el ambiente”, indica Sáenz de Viteri. “Este estudio no busca menospreciar la cadena logística de la comida animal industrializada, pero sí que las empresas analicen la variable del medioambiente”.

Sin embargo, continúa, no todos los alimentos procesados generan este efecto adverso, pero por lo general son más caros que las opciones menos conscientes con el medioambiente.

“De cada tres familias, una tiene de dos a tres perros. En esas familias existe al menos uno de raza grande, que comen mucho y producen muchas heces”. A diferencia de los gatos domésticos, que al enterrar sus heces mantienen la mayoría de emisiones de GEI bajo tierra, según Sáenz de Viteri, las de los perros quedan descubiertas.

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Otra de las posibles acciones discutidas por el estudio es la eliminación de la carne de las dietas de las mascotas, lo cual recortaría significativamente las emisiones de GEI producto de las dietas de los animales.

Para Miguel Pardo, médico veterinario, el veganismo no se puede aplicar en perros y gatos. “Es un error”, señala, pues la proteína vegetal es insuficiente para los procesos metabólicos y regenerativos de los animales.

“La proteína es una cadena de aminoácidos, que son sustancias que el organismo necesita para generar hormonas, músculo y tejidos. Si le doy proteína vegetal, tengo proteínas incompletas”, añade.

Que los animales en la urbe guayaquileña estén sobrealimentados, como evidenció el estudio, responde a una multitud de factores, según Pardo, iniciando por la humanización de los animales de compañía, caracterizada por la ingesta de alimentos no aptos para animales, proporcionados por los dueños, y el descontrol de la dieta, pues “al humano le encanta ver que su animal coma, que coma bastante”, y en muchos casos no existe en realidad un control de la dieta.

El concepto de tenencia responsable también se extiende al ámbito ecológico. De acuerdo con Pardo, es importante recoger las heces de los animales, cremar a mascotas difuntas y tratar en lo posible de invertir en accesorios, como pecheras, correas y platos, elaborados a partir de materiales reciclables. (I)