En Aloguincho, ubicado a 73 kilómetros de Quito, en la ruta escondida de la parroquia rural de Puéllaro, unas cincuenta personas entre comuneros y vecinos protagonizaron el ritual de la cosecha de trigo, tradición ancestral que sobrevive de épocas prehispánicas y que se resiste a desaparecer.
Para llegar a la comunidad, desde Puéllaro, toca atravesar unos 4 kilómetros de un camino entre lastre y tierra que refleja el abandono vial en esta zona de Pichincha, y los comuneros hablan también de un abandono de las autoridades a la actividad agrícola del lugar, que por falta de apoyo tuvieron que abandonar la siembra del trigo y de la cebada, y cambiarla por el maíz, cuyas sementeras forman una especie de colcha de retazos que se extiende sobre la hoya del río Guayllabamba a unos 2.070 metros sobre el nivel del mar.
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De toda la extensión de terreno que años atrás era para el trigo y la cebada, a julio de 2023, para conservar la tradición, la comunidad de Aloguincho separa una hectárea para la siembra que la realiza a mitad del año y espera doce meses para la ceremonia ancestral de la cosecha del trigo que lo hacen en minga, antes de la celebración de las fiestas de la Virgen María Natividad. Una fiesta que se extiende por tres sábados consecutivos.
La organización de este ritual de la cosecha de trigo está a cargo de la Asociación de Trabajadores Agrícolas 30 de Junio de Aloguincho, incluye una minga que involucra a hombres y mujeres, viejos y jóvenes, un grupo se prepara con la hoz en la mano para el corte de trigo, los más jóvenes cargan la gramínea en grandes bultos y la llevan hacia la máquina trilladora de propiedad de Rogelio Serrano.
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Otro grupo es encargado de preparar y repartir la chicha de jora y la chicha dulce hecha de trigo, que es el símbolo de la fecundidad y abundancia, otros la comida que luego la comparten como pambamesa, también se reparte el trago de caña de azúcar.
Pero también hay quien da la voz del canto tradicional que acompaña en la faena, un cántico de aliento para ponerle ganas a la jornada de cosecha que se realiza bajo un sol perpendicular.
Las tierras donde se asienta la comunidad de Aloguincho pertenecían a la hacienda Agato, cuyo dueño era el colegio Mejía de Quito, y que fueron entregadas a los comuneros quienes lotizaron y crearon la Asociación 30 de Junio, que hoy la dirige Filemón Rodríguez.
La faena
Llega el día de la cosecha y todos los que integran la comunidad se reúne muy temprano, se organizan en las tareas y comienza la faena. El líder de la cosecha da el grito de inicio con un cántico: “ooohhhh” “Aaaaaiiiiii”, “jahuay”, que significa arriba, levanten, suban.
Cuando se recogen todos los bultos, pasa a la máquina trilladora, ahí los espera Rogelio Serrano, con 80 años de edad, organiza las espigas que tras el proceso sale el trigo y se llena en sacos los quintales de la gramínea que luego la comparten entre los comuneros.
Este comunero dice que ya no se cosecha como antes el trigo, porque es muy caro producirlo, no hay apoyo del Ministerio de Agricultura para abaratar costos en productos como la urea, por ello, cambiaron por la producción de maíz blanco para venderlo en choclo.
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En lenguaje sencillo, Rogelio comenta que la venta del choclo tampoco es segura, porque muchos forasteros se llevan el choclo y no pagan.
Otro lugareño también comenta que Aloguincho hace décadas atrás eran las graneras de trigo y cebada en abundancia, pero se dejó de sembrar porque los fertilizantes subieron de precio sin control, por ello se dejó de producir. Hoy siembran una hectárea para revivir la costumbre ancestral y unir a la comunidad.
Este ritual se realiza cada año en el mes de julio. Filemón Rodríguez, líder de la comunidad, destaca que el ritual ancestral lo seguirán haciendo para evitar que esta riqueza cultural ancestral se pierda, porque el trigo para este sector constituye un símbolo de la abundancia y unidad, porque desde la siembra, la cosecha y el consumo de la gramínea, prevalece la unidad en Aloguincho. (I)