La calle Necochea, en el sur de Quito, está llena de vehículos y a ratos hay opacidad en el ambiente. Es una arteria vial pronunciada que permite conectar el sur con el norte de la capital, y viceversa, a través de los túneles de San Roque y San Diego. De los automotores que suben o bajan por esa calle se observan gases que salen por los tubos de escape.
Esa fina capa se ha posado en algunas viviendas de la zona y ha tornado de gris sus fachadas.
Para Carlos Páez, quien es profesor universitario de la materia de contaminación del aire y exsecretario de Movilidad del Municipio capitalino, hay un excedente del nivel de partículas en el aire con respecto a lo que establece la norma ecuatoriana de calidad del aire.
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Señaló que en la ciudad circulan partículas micrométricas que no se pueden ver a simple vista y que son las que atraviesan las defensas naturales, llegan a los pulmones y podrían generar enfermedades.
La principal actividad que genera los contaminantes del aire que se respira es el tráfico vehicular, buses y camiones que utilizan diésel y de vehículos de gasolina, explicó.
Aunque, agregó, hay otras fuentes como la quema de combustibles de actividades industriales, polvo en zonas descubiertas de cobertura vegetal como las canteras, calles sin pavimentar, combustibles que se evaporan en las bombas de gasolina.
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Consideró que las zonas que están más expuestas a la contaminación del aire son aquellas que tienen mayor densidad y congestión del tráfico vehicular.
Más allá de que la contaminación se podría producir en horas pico, el experto señaló que los contaminantes del aire permanecen suspendidos.
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Alertó sobre la calidad del aire, con base en mediciones que hace la Secretaría del Ambiente del cabildo quiteño, para que las autoridades tomen medidas para reducir la presencia de los contaminantes.
En redes sociales postea gráficos de los promedios anuales de material particulado fino desde 2010 hasta 2022.
“El límite máximo permitido que establece la norma ecuatoriana de calidad del aire es de 15 microgramos por metro cúbico (...) tenemos niveles que están por encima de este límite”, explicó. Añadió que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 5 microgramos por metro cúbico.
Desde 2010, a excepción de 2020 y 2021, donde hubo mayor preeminencia de la pandemia, ese límite ha sido superado. El año pasado, por ejemplo, llegó a 16,61, según un cuadro elaborado por Páez. En 2016 llegó hasta 19,33.
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Valeria Díaz, de la Secretaría del Ambiente del Municipio de Quito, indicó que la capital tiene particularidades como su ubicación: 2.800 metros sobre el nivel del mar, estar en la Mitad del Mundo lo que hace que haya una radiación ultravioleta muy alta y genera reacciones químicas en la atmósfera de contaminantes que podrían afectar.
Otros aspectos complejos, sostuvo, son la topografía, la forma alargada de la ciudad, y que hay mala calidad del combustible.
“De los inventarios de emisiones que se han realizado en la ciudad, prácticamente el 90 % de las emisiones provienen de los vehículos diésel y de gasolina en general”, expresó Díaz, aunque destacó que es la única ciudad en la que se monitorea, desde el 2003, la calidad del aire.
Acerca de qué se puede hacer para que la calidad del aire mejore, la funcionaria señaló que depende de varias instituciones y temas como la revisión técnica vehicular, pico y placa, calidad de combustible, transporte público, entre otros. (I)