Este 8 de marzo se recuerda un nuevo Día de la Mujer, esta celebración establecida desde 1975 (según las Naciones Unidas) busca reconocer el trabajo por la igualdad de género y la mejora de condiciones sociales y laborales.

La pandemia de coronavirus generó desempleo a nivel mundial. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) la tasa de desempleo en enero de 2022 fue del 5,4 % a nivel nacional. Aumentó, pues en diciembre de 2021 se encontraba en 4,1 %.

Hasta diciembre de 2019 se registró un porcentaje de desempleo del 3,8 %, justo antes de las medidas tomadas de confinamiento decretadas por el Gobierno como respuesta contra el COVID-19. Desde ahí, el porcentaje de personas desempleados no bajó del 4 %.

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Estas cifras no son nada alentadoras para las mujeres, a enero de 2022 la tasa de empleo adecuado fue del 25,7 %, mientras para los hombres se ubicó en 38,4 %. Además, la tasa de desempleo se ubicó en el 6,7 % para mujeres versus el 4,5 % para los hombres.

En Quito, la tasa de desempleo para el hombre fue del 10,5 %, para las mujeres se ubicó en el 13,3 % durante el 2021.

Los porcentajes permiten comprender la dificultad que tienen las mujeres dentro del mercado laboral. Sin embargo, muchas de ellas se han dado modos para continuar generando ingresos económicos, por superación personal o por demostrar que son capaces de mantener un emprendimiento y salir adelante, así son las tres historias que presenta EL UNIVERSO por el Día de la Mujer.

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Un negocio familiar en evolución

Cinthya Caicedo, quiteña de 25 años, es periodista, pero toda la vida se dedicó a vender flores, pues es la tradición familiar que nació con su abuelita. Junto a su mamá, Cecilia Achig, en una carpa de 2 metros de ancho, ubicada en la avenida Eloy Alfaro y Gaspar Villaroel, en el norte de Quito, exhiben los arreglos florales, mientras tanto, continúan separando las mejores para próximos trabajos.

QUITO.- Cinthya Caicedo trabaja junto a su madre en un puesto de flores, sin embargo por la pandemia emprendió en redes sociales para poder continuar con la tradición familiar Foto: Andrés Salazar

Cada vez que pasa un vehículo por la conocida avenida, Cinthya y los dueños de otros puestos (la mayoría mujeres) salen con sus mejores ramos, para captar la clientela. Actualmente, atiende en ese lugar de 07:00 a 12:00, después va a radio Vigía, lugar en el que trabaja como periodista y después, vuelve al puesto con su madre o va a comprar mercadería.

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Esa era la rutina diaria, sin embargo, la pandemia acabó con las ventas por completo. Ahí fue cuando Cinthya buscó la manera de promocionar las flores en redes sociales. “No podíamos salir, por el confinamiento, hablé con mi mamá y le dije que iba a dar un giro al negocio y me fue muy bien, no pensé que esto de las redes sociales iba a tener tanto impacto. Justo empecé en mayo del 2020 con el Día de la Madre y vendimos muchísimo”, expresa, mientras continúa trabajando con las flores.

Desde ese momento crearon la empresa Floreven y ahora promocionan en Facebook e Instagram sus trabajos que también son enviados a domicilio. “Empezamos a hacer arreglos con globos, chocolates, frutas y peluches, pude pagar deudas, incluso de mi universidad, las deudas de la casa y desde ahí no he parado”, añadió.

Para Cinthya los estereotipos sobre el género se han ido rompiendo, pero todavía cree que existen barreras que una mujer tiene que superar, “por lo que dicen que es el sexo débil”, enfatizó. Sin embargo, agregó que si no se aventuran y ponen confianza en sí mismas nadie lo hará por ellas.

De la enfermería a los encebollados, un sueño cumplido

Verónica Changoluisa vive en el sector Conjuntos El Conde 1, al sur de Quito. Después de mucho tiempo, con el sueño de tener un local de comida, por fin lo logró. Aunque asegura que sin el apoyo de sus dos hijos, Mayra y Daniel, no lo habría conseguido.

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QUITO.- Verónica Changoluisa empezó vendiendo encebollados en una vereda, ahora tiene un local y ofrece más opciones, en el sur de la capital Foto: Andrés Salazar

Ellos salieron del país por estudios, a Polonia. Verónica, por su parte, se graduó de auxiliar de enfermería, a lo que se dedicó por varios años. Sin embargo, un quebranto en su salud le impidió continuar trabajando.

Cuando Daniel regresó, su mamá sintió la necesidad de generar ingresos. En una conversa informal se le ocurrió vender encebollados (sopa con yuca, cebolla, pescado y más ingredientes) y su hijo le dijo “claro, hagámoslo”.

Desde ahí empezaron a vender en la vereda de la esquina de su barrio. Los vecinos rápidamente se convirtieron en fieles clientes. “Salíamos con el tanque de gas, una cocina pequeña y dos mesas que me compré. Aguantamos lluvia, vientos y todas las dificultades que se tienen al vender en una vereda”, recuerda con añoranza Verónica, pues en ese entonces vendían hasta 60 encebollados diarios, hasta que llegó la pandemia y tuvieron que terminar la venta.

Después intentaron vender todo empacado, desde un vehículo, pero no resultó.

Ante la negativa de los clientes, por no encontrar el característico puesto en la esquina, con las mesas improvisadas, decidió alquilar un local, ubicado a 20 metros de aquella esquina. Esa fue la mejor decisión, a su juicio, actualmente no vende los 60 encebollados diarios como antes, pero está en un buen camino para recuperar a su clientela, su nuevo puesto de comidas tiene seis meses y ahora ya contiene más platillos, como pescado frito, corvina y cangrejos.

“No sé si será solo mi caso, pero siempre necesité alguien que me diga que sí puedo hacerlo como lo hicieron mis hijos (…) estoy descubriendo quién es Verónica, una mujer que se ha equivocado mucho, pero que tiene ganas de vivir y que ahora disfruta de lo que hace”, dice con alegría mientras sirve los encebollados.

Los panes de yuca congelados, una tradición de Manabí en Quito

Marcela Zambrano tenía una cebichería en Pifo, en el nororiente de Quito, desde 2005. Como muchos de los locales, tuvo que cerrar debido a la pandemia de coronavirus. En ese entonces empezó a comunicar a sus clientes más conocidos que podía preparar desde su casa y entregar a domicilio, guardando las medidas de bioseguridad.

QUITO.- Marcela Zambrano es profesora, pero también tiene un emprendimiento de venta de panes de yuca y maíz congelados. Además, tiene una cebichería bajo pedidos Foto: Andrés Salazar

La idea le nació por no quedarse en casa sin generar ganancias y pronto los clientes empezaron a pasar la voz con los demás vecinos, el negocio empezó a surgir, sin un local físico, así que decidió crear una cuenta de Facebook y poner en sus estados de WhatsApp.

Las personas empezaron a hacer pedidos más seguidos, pero la cebichería era un lugar que se frecuentaba con mayor cantidad los fines de semana. Entonces, recordó su infancia en la provincia de Manabí. En las reuniones con amigos o familiares Marcela les preparaba panes de yuca o tortillas de maíz, los comensales le preguntaban por qué no vende estos productos y esa fue la motivación para hacerlo.

Ahora vende panes congelados, listos para hornear o freír en casa. Está a punto de conseguir el registro sanitario para vender en supermercados. Lleva seis meses amasando los panes con la pasión con la que su madre le enseñó cuando tenía 12 años, con los productos que le envían sus familiares desde Chone y Canuto, poblaciones de la provincia de Manabí.

Marcela cree que no es más difícil emprender por ser mujer, “es recomendable que trabaje tanto el hombre como la mujer, tenemos las mismas capacidades, así que nada nos detiene si queremos progresar”, enfatiza mientras guarda los panes en una funda de plástico hermética.

Marcela se graduó en ciencias de la educación, en la mañana imparte clases a los estudiantes de segundo de básica, en una escuela llamada Luis Godín. Por la tarde se dedica a hacer los panes o platos bajo pedido, mientras cuida de sus dos hijos en compañía de su esposo. (I)