Lo que empezó como una respuesta a la necesidad de su hermana, quien tenía una discapacidad, se convirtió en un legado que hoy abraza a cientos de familias ecuatorianas. “Fasinarm fue la primera escuela que abrió sus puertas a mi hermana, cuando no había otras opciones”, recuerda Laura María Noboa con emoción.
Ese espacio, que le dio pertenencia, amigos y oportunidades a su ser querido, marcó su infancia y sembró en ella una vocación que años más tarde florecería en liderazgo. Hoy, como directora de la institución, la especialista en Orientación y Consultoría Familiar ha convertido esa vivencia en una misión: construir una sociedad verdaderamente inclusiva. De allí que su llamado es claro: “Todos, en algún momento de la vida, podemos tener una discapacidad. La salud es pasajera. Por eso debemos construir hoy un mundo donde todos podamos pertenecer”.
Un encuentro que cambió todo: así nació la alianza entre Hispana de Seguros y Fasinarm
Para la también psicoterapeuta familiar sistémica, la inclusión educativa no puede limitarse a las aulas ordinarias. Su mirada amplía el horizonte: también las escuelas especializadas son escenarios de inclusión cuando logran potenciar las capacidades de cada niño y respetar sus necesidades. “Decimos inclusión cuando un estudiante con discapacidad encuentra un espacio respetuoso, con apoyos adecuados, donde pueda aprender y brillar”, sostiene.
Muy consciente de los retos, la experta enfatiza que el rol de un docente es clave para la construcción de una sociedad verdaderamente inclusiva. La capacitación, las herramientas del Diseño Universal del Aprendizaje y la presencia de docentes de apoyo son piezas fundamentales para que la inclusión no se quede en un concepto, sino que sea una experiencia real en cada salón de clases. Y advierte que un profesor de apoyo no debe convertirse en la “sombra” que aísla, sino en un aliado que integra.
Pero para la especialista, la tarea no acaba en la escuela. “La inclusión social es 24/7”, dice con firmeza. Está en el parque cuando dos niños juegan juntos, en la iglesia cuando todos participan de las mismas actividades, en la familia que acoge y no excluye. “Hay hogares que aún apartan a sus propios miembros con discapacidad, y eso no puede suceder. La inclusión empieza en casa”.
Programas pioneros y visión de futuro
Fasinarm, bajo su liderazgo, no solo educa, acompaña y forma: recuerda a la sociedad que la inclusión no se pide, sino que se construye. Y que en esa construcción todos debemos de ser parte. De allí que cada proyecto, cada taller, cada espacio en la institución busca que las personas con discapacidad puedan maximizar todo su potencial y ser vistas como lo que son: ciudadanos plenos, con talentos, sueños y derechos que deben de ser cumplidos.
Javier García y su llamado urgente a la verdadera inclusión
Desde el programa de atención temprana, que trabaja con infantes y sus familias desde el diagnóstico, hasta la inclusión laboral, que en cuatro décadas ha logrado que más de 300 personas con discapacidad intelectual trabajen en empresas nacionales, esta institución sin fines de lucro sigue siendo pionera en el país. Fasinarm también han creado alternativas de empleo protegido para quienes requieren mayor apoyo, respetando siempre la dignidad y el derecho al trabajo.
En su gestión Noboa sueña con un nuevo proyecto: crear un centro de diagnóstico y terapias que apoye tanto a la comunidad como a la sostenibilidad de la institución. “Nuestros programas requieren financiamiento, pero sobre todo requieren aliados. Queremos que más colegios, más familias y más empresas se contagien de la convicción de que la inclusión es posible y transforma vidas”, menciona.
Para la especialista certificada en disciplina positiva, la inclusión educativa es apenas el primer paso. Su llamado es firme: la sociedad entera debe abrir las puertas, desde las aulas hasta los espacios laborales, desde las calles hasta los escenarios culturales. (I)