Ibarra

Ibarra requiere de una inversión de ocho millones de dólares en varias obras que constan en un estudio de solución integral que podría terminar con las frecuentes inundaciones que sufre esta ciudad con más de 150.000 habitantes durante las épocas de lluvia.

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Las autoridades municipales advierten que este fondo no es posible solventarlo con recursos propios, sino debe financiarse con aportes externos, que deberán ser gestionados por el próximo alcalde Álvaro Castillo, quien vuelve a dirigir la municipalidad y anteriormente dirigió la Empresa de Agua Potable y Alcantarillado de Ibarra (Emapa-I).

Andrea Scacco, alcaldesa de la ciudad, explicó que si no invertían 1 millón de dólares en obras de mediación y emergentes (construcción de muros de gaviones, ducto cajones, limpieza de quebradas, ejecución de alcantarillado pluvial en asfaltados y adoquinados, entre otros) durante su gestión, los estragos que dejaron las lluvias de la noche del martes 21 y la madrugada del 22 de febrero hubieran sido de mayor magnitud.

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El anegamiento de varios barrios y ciudadelas, donde el agua alcanzó más de 1 metro y medio de altura, pone al descubierto que el cantón Ibarra en distintas zonas no cuenta con alcantarillado pluvial. Dentro de la desgracia -dijo Scacco- es importante destacar que la ciudad cuenta con un estudio actualizado y completo de alcantarillado pluvial.

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El proyecto contempla diques, encauzamiento de quebradas y otras obras de ingeniería civil y remediación que solucionarían este problema que ha afectado a Ibarra todo el tiempo.

Maquinaria de varios municipios, la Prefectura, Emapa-I, Cuerpo de Bomberos y personal del Grupo de Caballería Yaguachi fue dispuesta en diferentes sitios sobresaltados para efectuar una limpieza total en espacios públicos y privados.

En Jardines de Odila se concentra gran parte de la maquinaria, es uno de los lugares más golpeados, donde las calles parecen piscinas y los moradores perdieron sus pertenencias debido a que el agua lluvia invadió sus hogares.

Según los técnicos, el desbordamiento de las acequias de riego Azaya y Miravalle y de la quebrada Laureles provocó el severo anegamiento.

Los moradores del sector de Ajaví Grande se organizaron para limpiar viviendas y calzadas. Foto: Ricardo Cabezas Foto: El Universo

Recomiendan en esa urbanización la construcción de un tanque de tormentas, infraestructura gigante y costosa que evitaría estos problemas, ya que este complejo habitacional está ubicado en la parte baja de la urbe.

Jimmy Marcillo, de la Zonal de Gestión de Riesgos, informó que 68 familias reciben hasta el momento asistencia humanitaria, esperan la próxima semana contar con un informe pormenorizado de las afectaciones.

Abel Andrango, técnico de la Emapa-I, indicó que el estudio integral que entregarán a la nueva administración está actualizado y allí consta la construcción de diques y estructuras de contención para sedimentos, rocas, maleza y otros materiales, obras que evitarán que el lodo y arena llegue a la ciudad.

Además del documento recomienda la ejecución de trasvases, tuberías de gran magnitud que disminuirían la cantidad de agua, repartiendo los grandes volúmenes de líquido, entre unas y otras, equilibrando la cantidad de drenaje.

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El técnico insistió que Ibarra no tiene alcantarillado separado, sino combinado y recordó que en algunos lugares el alcantarillado sanitario habría colapsado.

Ibarra en medio del lodo y desesperación de los afectados

Aún son evidentes los estragos que dejaron las fuertes y prolongadas lluvias, donde el agua alcanzó más de metro y medio de altura, como testimonian moradores de varios sectores de la ciudad. Hasta este jueves, vecinos de varios barrios con palas, palancones, escobas, mangueras retiraban el lodo y agua que ingresó a sus negocios y viviendas.

En varias avenidas y calles de la urbe ibarreña hay montículos de barro, tierra y restos de vegetación en calzadas, aceras y parterres. Las cortinas de polvo que deja el evento, una vez que cesaron las lluvias, obligan a disminuir la velocidad a los conductores de los vehículos.

En algunos lugares, pequeñas máquinas colaboran evacuando materiales que desplazó el desbordamiento de la quebrada del río Ajaví -sembrada en un céntrico lugar de la urbe-, hasta garajes, jardines y espacios abiertos. Motorizados de la Municipalidad cierran las vías para facilitar los trabajos.

Muebles y otros enseres están dispuestos en las equinas, los dueños decidieron sacar estos elementos destruidos que significan pérdida para estos hogares. La gente mientras limpia hasta las calles, indignada señala que no han recibido apoyo de los gobiernos locales o del Cuerpo de Bomberos.

Lucía Hidalgo, en Ajavi, sostuvo que han perdido electrodomésticos, mobiliario y otros enseres tras el fenómeno natural. Pidió una intervención técnica al canal que conduce al río del mismo nombre (Ajavi), ya que las afectaciones que producen las inundaciones durante las épocas de lluvias se han vuelto recurrentes.

En tanto que María Elena Pabón, de Ajavi Grande, señaló que han pasado dos días y los vecinos continúan limpiando sus casas y las calles para evitar que el polvillo entre a sus viviendas y afecte a la salud de la vecindad.

Ella contó que la noche del martes, el agua le llegó hasta los hombros, agregó: “Todo lo que existía en la planta baja está destruido”. Como estas hay decenas de historias que cuentan en Ibarra.

Visitar estos lugares genera una suerte de impacto, parecería que ocurrió una catástrofe. La gente se lamentó, no faltan los transeúntes que les sugieren que sigan una acción legal a las autoridades municipales por los daños ocasionados o aquellos arrendatarios que ya piensan en salir del sector.

En restaurantes, locales comerciales y talleres buscan desalojar todos los escombros para reiniciar las labores y recuperar los días que han perdido. En este año es la tercera contingencia registrada por las lluvias, José Moncayo, gerente de la Emapa-I, recordó que el pasado 14 de enero una lluvia constante destruyó la planta de tratamiento de aguas residuales y una de las líneas de conducción que dejó sin servicio a una importante zona durante tres semanas por la magnitud de los daños. (I)