Junto a dos contenedores de basura viejos, una pareja con su hijo y su nuera improvisan su centro de acopio, su oficina, su lugar de concentración. Se trata de Mariano Yuncán, de 83 años, y Teresa Obando de 73, quienes todos los días recorren la zona cercana al Hospital Carlos Andrade Marín, en el centro de Quito, para recoger todo el material que sirva para el reciclaje.

Ese es su modo de vida, desde hace doce años. Con dos coches metálicos que tienen un rectángulo de madera en la base, caminan por las calles aledañas revisando fundas de basura, contenedores o tocan la puerta de los edificios y domicilios del sector.

La mayoría ya los conoce, saben que pueden reunir de manera separada de la basura y entregar a los ciudadanos que encontraron un emprendimiento como muchos recicladores que se despliegan en la capital.

Publicidad

Mariano recuerda que hasta los 50 años se dedicó a la albañilería, el oriundo de Riobamba, provincia de Chimborazo, al no conseguir más trabajo por su edad encontró en el reciclaje un modo de vida que mantiene a su familia.

Taita Gundo, la casa donde los turistas crean sus propios instrumentos musicales

Él bajo una vieja gorra deja sobresalir una sonrisa que tiene para cada persona que camina cerca a la vereda en la que clasifica cada tipo de material reciclable. Apila los cartones una vez que han sido desarmados; aplasta las botellas con el pie y las ubica en un grande costal, los demás materiales van en otros costales.

La pareja tiene la ayuda de uno de sus diez hijos, los demás tienen sus respectivas familias, pero se dedican a otras actividades. Es cerca de las 11:00, una mujer que ofrece secos de pollo pasa cerca de los recicladores.

Publicidad

Con una frase sorprende y detiene el paso de la vendedora de alimento, - ¡Ya era hora! ¿Hasta qué hora le espero pues? - Le dice Mariano, y continúa, - a ver deme un plato para probar cómo está, después le pido los otros -. Ella sonríe con la complicidad con la que atiende a uno de sus más fieles clientes.

QUITO.- En los exteriores del hospital Carlos Andrade Marín, Mariano Yuncán, su esposa Teresa Obando, su hijo y nuera se dedican al reciclaje desde hace doce años. Foto: Carlos Granja Medranda

Finalmente le entrega cuatro platos de arroz, tallarín, pollo y papa cocinada. Ese es el almuerzo de la familia, a pesar de no llegar todavía al mediodía, sin embargo, ellos salen de su casa a las 04:00, en Chillogallo, el sur de la ciudad, y cuando el sol se encuentra en el punto más alto, terminan su larga jornada, después de comer.

Publicidad

El molino de Tababela de más de 120 años: entre granos y leyendas alberga un hotel cerca al aeropuerto

Con un sombrero, sobre un asiento Teresa también clasifica lo recogido durante la mañana. Ella conoció al hombre de su vida en la construcción, nacida en Latacunga, provincia de Cotopaxi, cuenta que llevan 52 años de casados, que sus hijos le han regalado cerca de 30 nietos y que ahora reciclan para no quedarse en casa sin hacer nada.

-Nosotros vendemos el cantorcito para pagar el arriendo-, puntualiza, mientras le dice a su esposo que tienen que agrupar las cosas, antes de prepararse para salir a la casa. Según Teresa, el cartón ya no se encuentra fácilmente en las calles, solo algunos que les entregan en los edificios y por los que les pagan $ 0,07 el kilo.

Cuando se le consulta a Mariano sobre el secreto para que ese amor supere las bodas de oro (50 años), dice que él tiene muy claro un dicho: “amor loco, dura poco; amor simple, dura siempre”, - así es como hemos vivido hasta ahora -, agrega mientras sonríe.

Lavandería municipal Ermita: la fuente para ganar un sustento y para suplir carencias

A pesar de la edad que tienen, también caminan cada madrugada con cuidado de ser presa de la delincuencia. El mismo día que fueron entrevistados, Mariano señaló que eran las 05:20, se preparaban para iniciar su trabajo, cuando de pronto fueron sorprendidos por una persona a bordo de su motocicleta.

Publicidad

Uno vino en una moto y me dijo ‘a ver, quiero para el pasaje’. Yo le digo, de dónde voy a tener si recién estoy saliendo a trabajar, de dónde le voy a dar. Ahí me dijo ‘ya, ya viejito tranquilo, tranquilo’ y se fue.

Así la familia que se ubica de lunes a viernes en la esquina de las calles 18 de Septiembre y Ayacucho agradece a cada vecino que pasa y entrega algo de reciclaje, pues eso significa una parte de todo lo que recolectan para llevar el pan a su casa. Mariano antes de despedirse agrega que no pueden pagar con dinero, pero sí con un momento ameno a cada ciudadano que les apoya. (I)