La economía del Ecuador tendrá el cuarto crecimiento más alto de América Latina en el 2022, con un 4,3 %, según las perspectivas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) de América Latina y el Caribe publicadas por el Banco Mundial, que también proyectan un crecimiento del 3,1 % para el país en el 2023.

Estas proyecciones fueron destacadas por Julio José Prado, ministro de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca, al reproducir en su cuenta de Twitter las proyecciones del organismo internacional.

“Después de haber atravesado en 2020 la peor caída histórica del PIB, ahora retomamos la senda del crecimiento”, sostuvo Prado acerca de las perspectivas expuestas, que son parte del nuevo informe del Banco Mundial, denominado “Consolidar la recuperación: aprovechando las oportunidades del crecimiento verde”.

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El estudio señala que las economías de América Latina y el Caribe (ALC) van camino a una recuperación tras la crisis de COVID-19, aunque las secuelas de la pandemia persisten y la necesidad de un crecimiento dinámico, inclusivo y sostenible es cada vez más urgente.

Luego de un rebote de 6,9 % en 2021, se espera que el PIB de la región crezca 2,3 % este año y un 2,2 % adicional en 2023, logrando la mayoría de los países revertir las pérdidas de PIB que tuvieron lugar durante la crisis pandémica.

No obstante, el estudio advierte que estas “modestas” proyecciones colocan el crecimiento regional entre los más bajos del mundo en un momento en que la región enfrenta grandes incertidumbres, como la posible aparición de nuevas variantes del coronavirus, un aumento de la presión inflacionaria y la guerra en Europa, que amenaza la recuperación mundial.

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“De hecho, la previsión de crecimiento regional fue revisada a la baja en 0,4 % tras la invasión rusa de Ucrania”, aclara el documento emitido por el Banco Mundial.

Sin embargo, se destaca como positivo el proceso de vacunación que se ha generalizado en la región, que las empresas nuevamente están contratando y la reapertura de las escuelas de forma presencial.

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“De todas formas, las secuelas a largo plazo de la crisis persisten y necesitan atención. La tasa de pobreza a nivel regional se elevó a 27,5 % en 2021 y sigue por encima de su nivel prepandémico de 25,6 %, mientras que las pérdidas de aprendizaje podrían resultar en una reducción del 10 % en los ingresos futuros de millones de jóvenes en edad escolar”, refiere el informe, que sugiere que, para evitar el regreso de las bajas tasas de crecimiento de la década de 2010, los países de la región deben llevar a cabo una serie de reformas estructurales largamente postergadas y aprovechar las oportunidades que ofrece una economía mundial cada vez más verde.

Para Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, actualmente existe un entorno mundial de gran incertidumbre, que podría impactar en la recuperación pospandemia. No obstante, indicó que a largo plazo los desafíos del cambio climático serán aún más apremiantes, lo que obligará a avanzar de forma urgente hacia una agenda de crecimiento más verde, más inclusiva y que eleve la productividad.

Esto, con el antecedente de que en los últimos veinte años, como subraya el informe, los países de América Latina y el Caribe perdieron el equivalente a 1,7 % de su PIB anual a causa de los desastres relacionados con el clima, mientras que unos 5,8 millones de personas podrían caer en la extrema pobreza en la región para el año 2030.

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La agricultura probablemente se verá seriamente impactada, con una reducción en los rendimientos de los cultivos en casi todos los países, mientras que la estabilidad de la generación de energía se verá afectada por cambios en el ciclo hidrológico.

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Al respecto, William Maloney, economista en jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, indicó que América Latina y el Caribe poseen “tremendas” ventajas comparativas verdes, que les brindan la oportunidad de generar nuevas industrias y exportaciones.

“Tiene un enorme potencial en energías renovables, grandes reservas de litio y cobre —utilizados en tecnologías verdes— y un gran capital natural; todo ello cada vez más valorado en un mundo donde el calentamiento global y la seguridad energética pasan al centro de la escena”, mencionó Maloney, quien sin embargo advirtió que adaptarse al cambio climático y aprovechar estas oportunidades para crecer de forma diversificada y sostenible requerirá de mejoras en la capacidad regional de identificar, adaptar e implementar las nuevas tecnologías.

El informe plantea una combinación de políticas que puede ayudar a aprovechar las oportunidades que brinda el crecimiento verde. Estas incluyen:

Políticas para la fijación de precios que promuevan la adopción de las actuales tecnologías bajas en carbono, por ejemplo, mediante reformas en los subsidios a los combustibles fósiles y el establecimiento de impuestos sobre el carbono y esquemas de comercialización de emisiones.

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Mecanismos creíbles de verificación que posibiliten las primas de precio verdes. Esto permitirá la exportación de créditos/compensaciones de carbono y sacar provecho de los mercados de financiamiento verde.

Además, sistemas mejorados para identificar y adoptar tecnologías que mitiguen el impacto de la región sobre el clima y la ayuden a adaptarse, mientras aprovecha sus ventajas naturales para crecer. La agricultura climáticamente inteligente, por ejemplo, puede ayudar a los países a adaptarse a los cambios en los patrones de lluvia.

Y, por último, compromisos en términos de política, planes a largo plazo creíbles, inversiones complementarias y mecanismos de reducción del riesgo, que reducen la incertidumbre y aceleran la adopción de tecnologías que promueven el crecimiento mientras se adaptan al cambio climático y lo mitigan.