Coffee era una nutria que fue extraída de su hábitat cuando era solo una cría y fue llevada a una casa del cantón Yaguachi, Guayas, para ser la “mascota” de una familia.

Durante ocho meses fue domesticada, pero Coffee creció y empezó a mostrar comportamientos más silvestres y de madurez sexual que se tornaron difíciles de manejar, lo que llevó a ‘sus dueños’ a que la entregaran a miembros de la Policía Ambiental.

La nutria fue llevada la semana pasada a Mansión Mascota, en el norte de Guayaquil, pero luego de tres días murió. Coffee falleció de “pena y estrés”, afirma Eliana Molineros, directora de la veterinaria y de Proyecto Sacha.

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Cuenta que el mamífero ya estaba acostumbrado a su “familia humana” y el estrés que causó la separación lo afectó: “Luego de ocho meses de estar con seres que reconoce como familia es normal que desarrollen ese apego emocional”.

Actualmente, Molineros atiende a una nutria bebé que estaba siendo comercializada en Durán: “Estuvo en una incubadora. La persona que la vendía era consumidora de drogas y fue reportada a la Policía Ambiental”.

En paralelo, también la semana pasada, una cría de tortuga marina llegó al Quito Zoo. El reptil fue tomado de un desove que se dio en las playas de Tonsupa, Esmeraldas. La persona que llevó al animal al zoológico indicó “que lo recibió como recuerdo de la playa”.

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Martín Bustamante, director del zoológico, cuenta que este tipo de casos se registran mucho en el país. “Es común que nos digan que estaban caminando y encontraron una tortuga o que lavaron el auto y les salió un mono. Siempre nos quedan dudas cuando hay entregas voluntarias”.

Para atender a la tortuga, de la especie golfina, el Quito Zoo pidió ayuda a expertos. Preparó un tanque adecuado para el alojamiento temporal de la tortuga para que “no sufra efectos por los 2850 metros sobre el nivel del mar” de la capital.

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Al buscar ayuda, los especialistas del Quito Zoo se enteraron de que otra cría de tortuga marina se encontraba en el hospital veterinario de la Universidad San Francisco. Los dos reptiles fueron trasladados a un centro de rehabilitación en Machalilla (Manabí).

Es lógico pensar que si sacaron una tortuga de su nido pueden llevarse dos o diez. En estos casos hubo personas que se sensibilizaron y entregaron los animales, pero ¿qué pasa con los que todavía los tienen o puede que se les murieron estos ‘recuerdos’ que vinieron de la playa?”, añade Bustamante.

A estos casos se suma el de una cría de tigrillo al que le ataron una soga en el cuello simulando una correa. El hecho ocurrió en Pasaje, El Oro. Se presume que la madre del felino murió por el ataque de un grupo de personas. También se registró el “retiro” de un venado hembra en una casa en Milagro.

Además, se retiraron dos cocodrilos que vivían en un tanque de plástico afuera de una vivienda en el suburbio de Guayaquil.

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Para Bustamante hay dos razones fundamentales para que se siga dando la mascotización de animales silvestres a pesar de que esté tipificado como delito.

La primera es que todavía predomina la idea del ser humano de “someter” a la naturaleza y de que ella está a su servicio. “Si vemos un animal bonito queremos poseerlo, someterlo. Esto es parte principal del problema”, dice.

El otro factor es que tanto organizaciones como autoridades y medios de comunicación no han “descubierto” el mensaje correcto para llegar a la ciudadanía y sensibilizarla.

Es por eso que Molineros reafirma que el mensaje no es que las personas se queden con los animales silvestres para evitar que “se mueran de pena” o tenerlos de recuerdo, sino que no se los toque y que no los extraigan de su hábitat. (I)