Francisco Reyes Soto nació un 24 de julio y en este 2019 cumplirá 90 años. En su natal Cadeate, del cantón Santa Elena, provincia de igual nombre, los pobladores lo identifican como uno de los que iniciaron la tradición de elaborar panes.

Pero más bien, según Francisco, es el viviente entre aquellos contados amasadores del Cadeate de los años cuarenta, cuando un único horno de leña lo utilizaban tres maestros.

Hoy, en esta comuna de la Ruta del Spondylus, al menos catorce panaderías representan los saberes de cuatro generaciones. Y a pesar de que el uso de la leña quedó atrás, pues desde hace años la electricidad es la fuente de calor, los hornos artesanales siguen vigentes con Francisco.

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“Llevo hechos 64 hornos en distintas partes (del país), hace dos años me llamaron de Bucay (Guayas), allá me fui a trabajar”, menciona orgulloso.

Sus fogones más los utilizan para pizzas o carnes. Y alguna vez le pidieron uno para hornear pan. Francisco recuerda al emisario de una parroquia eclesiástica, que necesitaba un fogón para seguir repartiendo chocolate y bocados a los creyentes.

Francisco asegura que sus hornos duran en el tiempo, que a la fecha ningún cliente lo ha llamado por fraccionamiento o peor colapso de la cúpula.

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“Son ladrillos de declive, se aprietan uno al otro y por eso no se desmorona. Una vez un patrón me dijo: ‘Ponle unos puntales’, yo le contesté que (la cúpula) no se iba a caer y que si quería se parara encima. Él se paró y luego me dijo: ‘De veras que está dura esa nota’”, rememora con humor.

Francisco relata que armó su horno a los 17 años, al volver a Cadeate luego de dos años de trabajo en una panadería de La Libertad, otro de los tres cantones de Santa Elena. Dice que un albañil le quedó mal y que fue cuando empezó a pegar ladrillos para dar forma redonda a la cubierta, que luego se cubre con barro. “Con 640 ladrillos se hace un horno en el que entran diez latas de pan”, manifiesta como conocedor de su oficio.

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A sus casi 90 años, el hombre de tez canela se muestra relativamente ágil para avanzar al rincón de su casa en el que horneaba panes. Además de estantes de madera, está su horno de leña, en desuso, que construyó hace unos 30 años.

“Aquí le mete la leña, ahí calienta todo. Una vez un cliente que tenía invitados –que iba a asar carnes– le pone carbón, y yo diciéndole: ‘Esto funciona con leña’; no tuvo (más) que irse a otra casa donde yo también había hecho un horno”, cuenta como anécdota. Esto, afirma, porque con el carbón no hay calor envolvente.

En la Tierra del Pan, como se promociona Cadeate, se realizó en octubre del 2018 la Cadeate Pan Fest. Los panificadores presentaron formas como carros tipo chivas. “El año pasado nosotros ganamos con la Catedral de Santa Elena”, dice John Tomalá Reyes, de la cuarta generación de panificadores de esta comuna.

John esparce granos de ajonjolí sobre pelotas de masa cruda que están listas para su introducción al horno eléctrico. Su mamá, Jenny Reyes, es también panificadora. Ella aprendió el oficio de su papá, Humberto Reyes Suárez, sobrino del popular Francisco. (F)

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