Osvaldo Hurtado fue presidente del Ecuador entre 1981 y 1984. Es un estudioso de las ciencias políticas y sociales, con varias publicaciones especializadas. Es, también, un político de derecha, con un pensamiento a favor del libre mercado y del sector privado. Crítico radical del populismo y del llamado Socialismo del Siglo XXI. Dirige la Corporación de Estudios para el Desarrollo (Cordes).

¿Cómo llegó un país tan rico como Venezuela a una crisis tan profunda?
Son varios los elementos. Generalmente, los países ricos en recursos naturales suelen padecer la enfermedad del populismo; mientras disponen de abundantes ingresos, el pueblo cree que, por tener un país rico, tiene derecho a toda clase de beneficios.

¿La sociedad venezolana siempre estuvo anclada a un Estado petrolero, grande y generoso?
La abundancia es la fórmula perfecta para quebrar a una economía. A ello se suma que la democracia venezolana era robusta, una de las pocas que en los años 60 y 70 no había caído en dictaduras. Al final, llegó al poder Carlos Andrés Pérez, quien se atrevió a decirle al pueblo venezolano que la época de prosperidad había terminado y que tenía que hacer un ajuste. Ahí fue cuando ardió Troya. No solo el pueblo, sino la clase media y unos empresarios acostumbrados a vivir de subsidios protestaron. Eso destruyó el sistema bipartidista, que aseguraba la estabilidad de la democracia. En estas circunstancias apareció un militar golpista de apellido Chávez.

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Hugo Chávez asumió el poder en 1999. De la crisis inicial, de repente se benefició un boom de los precios del petrolero.
Nadie lo esperaba. El barril de petróleo, que durante los gobiernos democráticos bordeaba los 10 o 15 dólares, pasó a valer 70, 80, 100 dólares. Otra vez, la caja fiscal se llenaba de dinero. Así, el caudillo Chávez no necesitaba hacer un programa de ajuste ni hablar de austeridad o de invertir en el desarrollo, sino solo repetir la retórica populista latinoamericana ya conocida.

"La crisis de hoy en Venezuela es el resultado de un coctel explosivo por la suma de los altos precios del petróleo, la cultura populista, el descrédito de la clase política y la aparición de este caudillo”, Osvaldo Hurtado, expresidente del Ecuador.

Pero tuvo un gran respaldo popular.
¡Claro, mientras el petróleo valía 100 dólares! Por eso ganó la primera elección y la segunda, y la tercera, y la cuarta, y la quinta, y la sexta y la séptima... Hasta que la economía tuvo dificultades. Ahí, para bien de él, ocurrió su enfermedad y su muerte (en 2013). No hay que olvidar que este no era más que un militar medio ignorante, pero con preocupaciones sociales y populares, con buenas intenciones, que de pronto llegó a la conclusión de que era socialista. Y de un militar golpista o de un socialista no puede esperarse un gobierno democrático.

Con el ascenso de Nicolás Maduro recrudeció la crisis.
A Maduro le tocó la mala época. Llegaron dificultades económicas agravadas por la política económica de Chávez.

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¿No toda la responsabilidad recae sobre Maduro?
La política de Chávez estaba destinada a fracasar. Convirtió al Estado en un paquidermo antediluviano, propio de la era jurásica, y tomó medidas para liquidar a la empresa privada. La pobreza en Venezuela existía, pero mucho menos que en otros países. Hoy ocho de cada diez venezolanos son pobres. Para tener una proporción, en Ecuador hay dos por cada diez. En la historia de América Latina jamás ha habido un éxodo como el que vive Venezuela.

¿Qué soluciones posibles se pueden advertir para la crisis de Venezuela?
Quisiera usar la experiencia ecuatoriana. Con todas las objeciones que pudieran hacerse, tres presidentes ecuatorianos (Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez) fueron obligados a dejar el Gobierno. ¿Dejaron de ser presidentes cuando el pueblo salió a las calles? No. ¿Cuando el Congreso resolvió destituirlos por algún baladí motivo? No. Fue cuando las Fuerzas Armadas pronunciaron la fórmula sacramental: que le habían retirado el respaldo al presidente de la República.

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"Maduro y todos sus cómplices han incurrido en delitos de lesa humanidad y eso no puede negociarse, no puede prescribir. Para ellos, dejar el poder sería suicida, tanto política como personalmente” Osvaldo Hurtado, expresidente del Ecuador.

En Venezuela, al parecer, eso no pasará por ahora.
Mientras en Venezuela no ocurra algo parecido, difícilmente habrá un cambio. En Cuba, el Gobierno se sostiene con unas Fuerzas Armadas que son un instrumento del Partido Comunista, están politizadas. Eso es exactamente lo que pasa en Venezuela, con un ingrediente adicional: la corrupción de los altos mandos militares.

¿Otra salida?
Que el Gobierno entregue el poder al presidente designado por la Asamblea, Juan Guaidó, para que convoque a elecciones libres.

¿Cree que eso en realidad es viable ahora?
No me parece posible; si ocurre eso les significaría rendir cuentas por asesinatos, robos, delitos de Estado...

Hay quienes plantean una salida negociada.
¿Y la justicia internacional? Maduro y todos sus cómplices han incurrido en delitos de lesa humanidad; eso no puede negociarse. La tercera opción es una intervención militar...

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¿De Estados Unidos?
Que puede ser consensuada con América Latina, aunque me parece que los países se opondrían. Sería una operación muy complicada y de alto riesgo. Tal vez si hubiese una situación de extrema convulsión, cuando no sean solo tres millones de venezolanos los que emigran sino 6 millones...

De lo que ha comentado, entonces, no hay una solución posible ni a la vista para Venezuela.
No hay una solución a la vuelta de la esquina. En algún momento las Fuerzas Armadas le retirarán el respaldo a Maduro.

¿Y así acabará la crisis?
Venezuela es un país tan rico que un cambio de gobierno produciría un efecto virtuoso. Hay una evidencia: desde que apareció Guaidó subió el precio de los bonos venezolanos; antes nadie quería comprarlos ni por un dólar... Pero el problema no va por ahí; en Venezuela el problema es político. Ante la pérdida del sistema de partidos siempre le sigue la dictadura. Y un país que no tiene partidos avanza irremediablemente al populismo, a la corrupción y al abismo. (I)