Aquel jueves 24 de enero, el día amaneció soleado en Ambato, pero a media mañana, cuando Rodrigo Chontasi y sus compañeros de la comunidad alcanzaron los 4.000 metros sobre el nivel del mar, en el sector Lazabanza, la neblina lo cobijaba todo, el viento silbaba haciendo temblar el pajonal y el frío estremecía.

Lazabanza es parte de la comunidad Yatzaputzan, la primera de la provincia de Tungurahua que declaró Reserva Comunitaria a un área de 1.356 hectáreas, para cuidar el páramo y conservar el agua.

Hace 20 años uno de sus problemas era la escasez de agua, dice Rodrigo Chontasi, técnico ambiental del Instituto de Ecología y Desarrollo de las Comunidades Andinas (Iedeca). ¿La causa?, sobrepoblación de animales y la quema del páramo.

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En 1980 tenían agua suficiente para el consumo humano y sus cultivos, pero 20 años más tarde habían perdido el 75% de este recurso. Las 15 familias que habitaban en la parte alta no sabían de agricultura, vivían del pastoreo de vacas, chanchos, caballos, borregos y llamingos. Quemaban el pajonal para aprovechar los brotes para sus animales, recogían abono (estiércol) y lo vendían a los productores de frutas y se practicaba el trueque: cambiaban borregos por víveres.

Con el pisoteo de los animales el páramo empezó a endurecerse y desapareció la vegetación que capturaba el agua de la neblina que recorre la zona.

Instituciones como Iedeca, la Prefectura de Tungurahua y voluntarios asumieron entonces la tarea de incentivar a la comunidad para mejorar los pastos y preservar los páramos. En esa misma época, a Pascual Punina, morador de la comunidad, se le presentó la oportunidad de viajar a Perú y Bolivia para observar el manejo de los páramos.

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En 1999, Rodrigo Chontasi llegó a trabajar en Iedeca, en Tungurahua, y junto con Punina y otros comuneros emprendieron la búsqueda de soluciones a la pérdida de ‘fábricas de agua’ como se conoce al producto de los páramos que permite el nacimiento de quebradas y ríos.

“Arriba en el pajonal había una choza pequeñita donde íbamos a pasar la noche reflexionando sobre la problemática del agua a nivel mundial y pensábamos ‘¿qué es lo que va a pasar en el futuro si no se toman decisiones?’”, relata Chontasi.

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Esas noches de reflexión en la choza dieron fruto el 15 de noviembre de 2001, fecha en que finiquitaron con los comuneros un acuerdo de conservación de las 1.356 hectáreas.

Gloria Tolombe (c), Marcia Matiag (d) y Esperanza Pilamunga, moradoras de la comunidad de Yatzaputzan, en los páramos recuperados. Foto: Alfredo Cárdenas.

El cumplimiento del acuerdo fue difícil. La gente de la parte alta se negaba a abandonar los páramos a pesar de que la comunidad entregó en la parte baja 10 hectáreas de terreno a cada familia para que puedan trabajar en agricultura.

“Muchas personas, en aquellos tiempos, decían que estábamos locos por impedir a esas familias que vivan en los páramos”, recuerda Punina.

Apenas se firmó el acuerdo, mediante mingas, la comunidad sembró arbustos polylepis, llamados yaguales o árboles de papel. Realmente es formidable porque son verdaderas mallas captoras del agua de la neblina y almacenes de agua en el suelo, por eso esta zona está catalogada entre las mejores en captura de carbono y un pajonal que tiene mayor cantidad de carbono y más agua acumulada en el suelo, indica Chontasi.

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Las comunidades Yatzaputzan, Tamboloma, Cunugyacu y La Esperanza, integrantes de la Corporación de Organizaciones Campesinas de Pilahuín (Cocap), disponen en total de 5.736 hectáreas dedicadas a la conservación y abastecen a 29.854 regantes.

El primer logro visible es el color del páramo, ahora es verde y los conejos se pasean libres. En el bosque se pueden ver venados y el paisaje es único. Hay grandes extensiones de musgo que contienen el 80% de agua y el resto es materia seca.

La especie de flora arbustos polylepis capta agua de la neblina y la almacena en el suelo, convirtiéndose luego en vertientes. Foto: Alfredo Cárdenas

Estudios de la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo sobre retención de agua revelan que en 352 hectáreas donde se plantaron los árboles hay unos 4 millones de metros cúbicos de agua almacenada, son grandes reservas que fluyen a las vertientes y a canales.

El Fondo de Páramos Tungurahua, entidad creada para ayudar en la conservación de los páramos en 2008, ha sido fundamental en el desarrollo de este proyecto, dice Chontasi. El mayor aportante al Fondo es el Gobierno Provincial de Tungurahua con $ 300.000 al año; Celec Unidad de Negocios entrega $ 150.000; la Empresa de Agua Potable de Ambato, $ 50.000; la Empresa Eléctrica, $ 50.000; la Unidad de Movimientos Indígenas, $ 10.000. El Fondo ha capitalizado 3,5 millones de dólares. El 60% está invertido para acumular intereses y el 40% va a los 17 planes de manejo de páramos de la provincia.

Adicionalmente, el Gobierno provincial aporta con $ 100.000 a cada plan de manejo de las comunidades, ayudando así en el mejoramiento de pastos, crianza de truchas y centros de acopio de leche.

En los páramos recuperados vuelven a brotar las vertientes. Foto: Alfredo Cárdenas

Otro logro es la laguna Patococha de la comunidad Río Blanco que existía solo en invierno, pero gracias al agua almacenada en la parte alta de la comunidad Yatzaputzan, ubicada a 3 kilómetros, donde se conserva el páramo y el bosque de polylepis se ha logrado llevar agua por tuberías.

Ahora la laguna es fuente de agua permanente, por lo que en unas semanas se prevén sembrar seis mil truchas y construir dos reservorios para que no falte agua en la parte baja.

Mientras los comuneros caminan, sus botas se hunden como si de pantanos se tratara. Son los almacenes de agua, explica Chontasi mientras observa como el agua brota del suelo con facilidad a 4.000 metros sobre el nivel del mar. 

15 familias dejaron el páramo

Habitaban en la parte alta y vivían del pastoreo de vacas, chanchos, caballos y borregos, lo que afectaba ese ecosistema. Se dio a cada una 10 hectáreas de tierra en la parte baja.

Un total de 1.356 hectáreas son parte de convenio con la comunidad. El 15 de noviembre de 2001 se declaró Reserva Comunitaria a Lazabanza, que es parte de la comunidad Yatzaputzan, para conservar los páramos. (I)