Los estudiosos de la economía, durante décadas han cuestionado: ¿Por qué unas naciones presentan mayor desarrollo económico que otras? Esta búsqueda ha motivado el planteamiento de diversas teorías; en años resientes han tomado impulso las tesis que se refieren a las instituciones como el factor determinante en el éxito o el fracaso de las economías. La magistral obra Por qué fracasan los países, de Daron Acemoglu y James A. Robinson (2012), ofrece un interesante marco de análisis que podría tomarse como referente para orientar al Ecuador hacia el desarrollo.

Las instituciones económicas demarcan las reglas de juego y son responsables de crear los incentivos en la economía de los países para explotar sus máximas potencialidades o limitarlas al fracaso. En la mayoría de Latinoamérica las instituciones políticas y económicas todavía son excluyentes, esto implica que sus reglas de juego permiten que gran parte de las riquezas generadas por la sociedad sean absorbidas por élites minoritarias; contrario a lo que sucede en naciones desarrolladas donde la distribución de la riqueza es más equitativa. A la larga, cuando estas instituciones excluyentes echan raíces profundas en los países, se comienza a evidenciar un deterioro constante en la calidad de vida, provocando un rezago entre los estamentos menos privilegiados respecto de estas élites.

De acuerdo a esta interesante teoría, si queremos encauzar al Ecuador por la senda de la prosperidad, debemos tener instituciones incluyentes que incentiven la creación de riqueza y permitan distribuirla entre sus habitantes de manera justa, bajo un marco institucional transparente y sólido que promueva políticas que estimulen el emprendimiento, las oportunidades de los ciudadanos mediante la educación; inclusive para el empoderamiento de sus derechos, servicios públicos de calidad, incentivos para la innovación. En lo que respecta a las empresas, las instituciones adecuadas para incrementar la actividad económica serían aquellas que garanticen los derechos de propiedad, permitan la justa apropiación de las ganancias, mejoren la competitividad empresarial y participen en un plan nacional exportador, para que la mentalidad exportadora la tengamos los quince millones de ecuatorianos que anhelamos que Ecuador tenga éxito en alcanzar su desarrollo. La participación ciudadana es vital, exigiendo a nuestros dirigentes políticos la creación de instituciones fuertes que incentiven la confianza necesaria para el trabajo, el emprendimiento e implanten obstáculos contra la proliferación de la corrupción; mal que corroe los cimientos de una nación. (O)

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Guillermo Zambrano Mohauad,
Estudiante de Economía; Guayaquil