A Fondo: Turismo

Es sábado al mediodía. Tres colombianos que llegaron a ver las ballenas jorobadas se convirtieron en los primeros clientes de Pedro Lino Baque, quien alquila sus caballos en la playa del cantón Puerto López (Manabí). Cobra $ 7 por hora.

Este agricultor dice que no ha visto a las jorobadas, que nadan de las heladas aguas de la Antártida para permanecer entre junio y septiembre de cada año frente a la costas ecuatorianas donde se reproducen y paren a sus crías. Pero sí sabe que con ellas llegan también miles de potenciales clientes: los turistas.

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Lino dejó sus cafetales en el sitio Río Blanco para vivir del turismo en los fines de semana.

Como Lino, Santiago Holguín, de 23 años, también viaja del sitio Las Tunas a Puerto López para atender una cabaña en la que ofrece cocteles y comida rápida. Decidió comprar el negocio hace un año. Nunca quiso ser pescador como su padre. “Con las ballenas se incrementan las ventas”, afirma.

El número de visitantes que llegan para observar a las ballenas ha pasado de unos 4.000 en la temporada de junio a septiembre de 1998 a alrededor de 40 mil en esos meses del año pasado, según la Dirección de Turismo del Municipio de Puerto López. Se toma como referencia 1998 porque fue cuando se realizó el Primer Festival de Ballenas Jorobadas. En estos quince años, la planta turística pasó de 20 establecimientos a 118 en este año, según Ángel Pincay, director de turismo.

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Solo el año pasado arribaron 114.584 visitantes, de los que al menos un 40% llegaron para ver las ballenas, afirma Pincay.

Tras ese primer festival en 1998, Puerto López ha crecido desordenadamente sin planificación, dice Raúl Nieto, presidente de la Cámara de Turismo del cantón. “La sucursal de un banco llegó a mediados de la década pasada y el servicio de televisión por cable se instaló en el 2006”, asegura Nieto, quien acota que la inversión privada no ha ido de la mano con el desarrollo de la infraestructura pública.

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No hay alcantarillado pluvial por lo que sobre las calles asfaltadas se forma lodo. Una de las principales quejas de los extranjeros es la bulla y la basura acumulada, según Nieto, quien tiene un hotel en la zona urbana.

El empresario llegó al cantón en 1999 y afirma que ha lidiado con problemas como la falta de un servicio regular de agua potable. “Esperamos que se regularice con el plan del Cuerpo de Ingenieros del Ejército”, dice.

Otro problema es el alcantarillado sanitario. “La mayoría de los negocios funcionan con pozos ciegos”, agrega Nieto.

Tres años después del anuncio gubernamental de ejecutar en Puerto López un Plan de Intervención Territorial Integral (PITI) se ha instalado un muelle que aún no se inaugura y se hicieron mejoras para el desfogue de un canal natural.

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No obstante, hay optimismo. Solo en el periodo de observación de ballenas los turistas dejan unos $ 10 millones en el cantón, según Cristina Castro, directora de la Fundación Ballenas del Pacífico. Esta bióloga llegó en 1997 cuando solo habían dos operadoras turísticas (ahora hay 21). En ese entonces, los paseos para ver las ballenas se hacían en barcos pesqueros de forma improvisada. “El festival de 1998 surgió como alternativa luego de un Fenómeno del Niño que dejó devastación”, refiere Castro.

En mayo Puerto López fue designada como área turística protegida, lo que implica un plan de reordenamiento territorial. “Ahora ya no se puede levantar una cabaña en la playa, eso esperamos”, afirma Castro.