Durante décadas, el monumental fresco de diez paneles de Diego Rivera que representa un continente unido por la creatividad ha estado montado en el vestíbulo de un teatro del City College de San Francisco. Allí, un poco apartado del mundo del arte, ha sido cuidado como un acto de amor por un guardián que durante mucho tiempo ha soñado con encontrar una manera de permitir que más gente lo disfrute.