En junio de 2021, la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos), aprobó el aducanumab, primer medicamento modificador del curso de la enfermedad de Alzheimer.
Con esto cabe pensar que los fármacos del futuro han llegado a esta área de la medicina, aunque no sin dificultades. El psiquiatra Pablo M. Bagnati, docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad FASTA, en Mar del Plata, habla de este fármaco como una revolución. “Es un anticuerpo que disminuye la carga de la proteína pegajosa beta-amiloide” (asociada con el alzhéimer por formar depósitos anormales que trastornan la estructura cerebral).
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Se trata de una droga ‘torpe’, señala el médico, porque es la primera. Tiene un resultado eficaz en frenar parcialmente la neurodegeneración, pero la aprobación trajo cuestionamientos, por varias razones: no tiene gran expresión en la mejoría de los síntomas, es costosa (más de $ 50.000 al año), y no carece de efectos adversos (microhemorragias y edemas). “Esto se puede sortear con corticoides y con el control rápido con imágenes de resonancia magnética”, indica Bagnati, pero agrega que esto tampoco está al alcance de la población general.
Al momento, se exploran las bondades de otra medicación, dirigida a las expresiones sintomáticas de las demencias: la rivastigmina, que aumenta los niveles del neurotransmisor acetilcolina en diversas regiones cerebrales, y por eso se usa para combatir los déficits cognitivos en la enfermedad de Alzheimer y también en el tratamiento de la demencia ligada a la enfermedad de Parkinson.
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Pero las mejores noticias pertenecen al campo de la prevención. Bagnati ofrece una actualización sobre el estado de la enfermedad. El tratamiento del alzhéimer, explica el médico, empieza por la prevención. “Hay nada menos que 12 factores de riesgo modificables para prevenir las demencias”.
Esto cambió el paradigma que se sostenía desde hace décadas, dice Bagnati. “Cuando era estudiante de Medicina se decía que no se podía prevenir, y ahora sabemos que cuatro de cada diez demencias pueden evitarse, trabajando sobre esos factores detectados”.
Así, el protagonismo se centra en el ciudadano. “Es información esencial para la gente, porque a partir de la tercera década de vida, podemos ser conscientes de cuidar nuestro cerebro, tal como cuidamos nuestro físico en general”.
- Hipertensión arterial
- Obesidad o sobrepeso
- Tabaquismo
- Nivel educacional (la educación es protectora contra la neurodegeneración), y es especialmente importante en las primeras etapas de la vida (infancia y adolescencia).
- Alto colesterol o altos triglicéridos
- Hiperglucemia (azúcar elevada) y diabetes
- Abuso del alcohol o de drogas
- Sedentarismo. “El ejercicio se ha postulado como lo más importante para una buena oxigenación y salud cardiovascular”.
- También hay factores que trascienden de los individuos y tienen que ver con políticas de estado, como la polución ambiental.
- Prevenir los traumatismos de cráneo es también importante. “Hay litigios a asociaciones deportivas de parte de personas jóvenes con demencia por contusiones repetidas. Los traumatismos de cráneo más graves, que son por accidentes de tránsito, son la segunda causa de demencia en jóvenes, y se pueden prevenir con el uso de casco y con la responsabilidad vial”.
- La hipoacusia o disminución de la agudeza auditiva. “Muchos se niegan o dilatan ir al otorrinolaringólogo para saber si oyen bien; o no quieren usar un audífono”. La tecnología ha avanzado mucho, hasta crear dispositivos casi invisibles. “Si el cerebro pierde información auditiva, al año se convierten en millones de estímulos menos, cuando son un factor de neuroprotección.
- La depresión y el aislamiento también inciden. La depresión sin tratamiento se relaciona con la aparición de demencia, así como el bajo número o ausencia de contactos sociales.
El tratamiento, ¿con fármacos o sin ellos?
Las dos opciones son importantes. El tratamiento no farmacológico se basa en la estimulación cognitiva (entrenamiento de la memoria, atención, funciones ejecutivas, visoespaciales, visoconstructivas) y la psicoeducación (seguir estudiando, socializando, creando), “jubilarse de la profesión, no de la vida”, resume el doctor Bagnati. “Es un factor de protección y también de mejoría”.
Los signos tempranos de la enfermedad de Alzheimer
Y los fármacos van por la vía de los que tratan los síntomas y los que se aplican a las causas. “Cuando hay una enfermedad demencial declarada, los medicamentos equilibran la química que está en caída. Hacen que el paciente tenga mejor control anímico, afectivo, iniciativa, mejor conducta, y retrasan en algo la neurodegeneración”, dice Bagnati.
Aquí se habla de la rivastigmina, por la novedosa forma del parche transdérmico, pero también de la memantina, así como modernos antipsicóticos y antidepresivos. Y por supuesto, el aducanumab, que con todos sus peros, es el primero de los que vendrán.
Bagnati lo compara con el AZT, el primer fármaco para el tratamiento del VIH. “Hoy, los antirretrovirales de primera y segunda generación han hecho del sida una enfermedad crónica, y la persona no solo no muere, sino que puede viajar, trabajar, hacer deporte, tener hijos, soñar. Creemos que lo mismo puede pasar con la enfermedad de Alzheimer. Estamos seguros de que vamos a tener una droga superadora (en relación al aducanumab) en esta década. Eso, junto a los 12 factores de riesgo que dan protagonismo a la persona, es muy esperanzador”. (I)