En enero de 1964, Randy Gardner y Bruce McAllister tuvieron una idea para su proyecto de feria de ciencias de secundaria: querían saber cuánto tiempo puede pasar una persona sin dormir.

Para elegir quién se quedaría sin dormir, lanzaron una moneda. Gardner fue el elegido. El experimento se realizó en la casa de los padres de McAllister, en San Diego (California), una experiencia que pasó a la historia.

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La meta era superar la marca que hasta entonces la ostentaba el DJ Tom Rounds de Honolulu (Hawái), que había pasado 260 horas sin dormir, justo por debajo de los 11 días. Con ello ingresarían al libro Guinness de los Récords.

Previamente científicos habían hecho un experimento con gatos, pero al cumplir 15 días sin dormir, los animales murieron. La diferencia radicaba en que los habían mantenido despiertos con químicos.

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Pasaron solo dos días cuando Gardner, de 17 años, empezó a sentir algunos efectos notables. El joven se tropezaba con las palabras cuando se le pedía que repitiera un trabalenguas y tuvo problemas para enfocar sus ojos.

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“Inicialmente queríamos conocer el efecto de la falta de sueño en las habilidades paranormales, pero nos dimos cuenta de que no había manera de hacer eso y optamos por los efectos de la falta de sueño en las habilidades cognitivas, en las habilidades para jugar al básquetbol y cualquier cosa que se nos ocurriera”, indicó McAllister a la BBC en una entrevista en 2018.

McAllister también comenzó a quedarse dormido durante los primeros días, por lo que reclutaron a un tercer miembro del equipo, Joe Marciano. El estudio también fue observado por William Dement, médico e investigador del sueño de la Universidad de Stanford; y John J. Ross, médico teniente comandante de la Marina de los EE. UU.

Randy Gardner (izq.) durante el experimento del sueño.

Para el tercer día, Ross notó que Gardner se había vuelto descoordinado y bastante emocional, con fuertes cambios de humor; las alucinaciones ocurrieron después de cinco días.

Durante el día, Gardner se mantenía ocupado jugando baloncesto y pinball con sus compañeros de estudios; informó que permanecer despierto durante las horas de sol era mucho más fácil, mientras que en las noches pasar despierto era muy desafiante.

Pusieron a prueba su sentido del gusto, el olfato y el oído y después de un tiempo sus habilidades cognitivas y sensoriales comenzaron a verse afectadas. No obstante, su juego de baloncesto mejoró, aunque esto podría deberse a la gran cantidad de horas que pasaba jugando. “Estaba en muy buena forma física”, relató Dement.

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El joven finalmente batió el récord mundial sin dormir al mantenerse despierto durante 264,4 horas, o 11 días completos. Sin embargo, una vez que cumplió la meta, no pudo irse directamente a la cama.

Primero, tuvo que dar una conferencia de prensa sobre su experiencia, y luego fue trasladado a un hospital naval para que los médicos pudieran realizarle un electroencefalograma (EEG), para estudiar sus ondas cerebrales. Solo entonces se le permitió irse a la cama y durmió durante 14 horas seguidas.

Luego del sueño reparador, Gardner se despertó para ir al baño. Con el pasar de los días, sus patrones de sueño volvieron a la normalidad. Al principio no tuvo ningún problema, pero después dijo sufrir insomnio. (I)